Análisis de la edición “GegenStandpunkt” 3-09

Los Estados Unidos en América Latina:

Luchando por un nuevo liderazgo en su antiguo “patio trasero”.

1. El programa.

Un nuevo tono: EEUU ofrece y reclama un cese de las recriminaciones

Para crear ambiente de cara a la cumbre de la OEA en Trinidad y Tobago en abril –el primer encuentro del presidente estadounidense con los jefes de Estado latinoamericanos excepto Cuba– Obama anuncia nuevos tonos. Con palabras pragmáticas anuncia que volverá a dedicarse debidamente a América Latina como el propio campo de la responsabilidad estadounidense:

“Demasiadas veces, Estados Unidos no ha buscado ni mantenido las relaciones con sus vecinos. Nos hemos dejado distraer por otras prioridades, sin darnos cuenta de que nuestro progreso está directamente vinculado al progreso en todo el continente americano.” (Artículo del presidente Barack Obama: “Un futuro mejor en las Américas”, publicado en varios medios en español y en inglés en vísperas de la Cumbre de las Américas, 16-4-09)

Esto cambiará. Criticando a la vez la política de su predecesor y a sus destinatarios, abre una nueva perspectiva a los jefes de Estado latinoamericanos allí reunidos:

“Al acercarse la Cumbre de las Américas, nuestro hemisferio enfrenta una opción clara. Podemos superar los desafíos que compartimos con un sentido de unión en este propósito común o podemos seguir enfrascados en los trillados debates del pasado. Por el bien de todos nuestros pueblos, debemos optar por el futuro.” (íbd.)

Por esto, lo primero que hace es un ajuste de cuentas con el pasado que quiere superar.

Primero, en cuanto a diferencias equivocadas:

“Para hacerle frente a nuestra crisis económica, no es necesario debatir si es mejor una economía rígida y dirigida por el gobierno o un capitalismo desenfrenado y sin reglamentar; es necesario tomar medidas pragmáticas y responsables que promuevan nuestra prosperidad común. Para combatir la criminalidad y la violencia, no es necesario debatir si la culpa la tienen los paramilitares de derecha o los insurgentes de izquierda; es necesaria la cooperación práctica para reforzar nuestra seguridad común.” (íbd.)

¡Qué valor tiene este señor! Los sangrientos enfrentamientos en los países latinoamericanos; el terror de paramilitares y ejércitos regulares contra movimientos de protesta social; la lucha de las guerrillas; programas nacionales que van destinados a alternativas a la orientación económica hacia el mercado internacional y hacia la independencia de la influencia superior de EEUU; la lucha de la burguesía local con apoyo activo de Washington contra estos programas alternativos: Todo esto lo considera enfrentamientos superfluos, meramente ideológicos, que estorban y son cosas del pasado. Lo que cuenta, son los retos comunes de la actualidad, que hay que superar cooperando!

Con esta interpretación de la situación el hombre de la Casa Blanca pasa por alto el contenido de las posiciones contrarias por las que se lucha de forma tan violenta – y las condiciones de la mayoría de los países latinoamericanos que está tomando en consideración. Hay Estados que no se las apañan con su papel en el orden estadounidense. Hay países que se prepararon y fueron preparados como esferas del capital estadounidense e internacional, y que en su mayoría ahora están degenerados en failing states (Estados fallidos). Y esto no sólo como consecuencia de la beneficiosa obra del capital, sino también de décadas de la política de ordenamiento estadounidense: Fue EEUU el que se ocupó con las correspondientes fuerzas locales, su equipamiento y entrenamiento militar y su apoyo político de que las naciones no se desviaran del camino aunque sus propios cálculos salieran mal, el pueblo empobreciera y el país se arruinara. Con terror y continuas guerras civiles se sofocaron rebeliones sociales y oposiciones nacionales, se derrocaron gobiernos equivocados –y, en el caso excepcional de Cuba donde una rebelión social tuvo éxito, Washington se la hizo pagar caro al nuevo gobierno–. Llegaron los avances de la libertad, la democracia y la economía de mercado libre bajo supremacía estadounidense: Hoy, son gobiernos democráticos formados de miembros de la élite económica, del ejército y de las milicias quienes administran y controlan una miseria creciente de las masas, garantizan el curso de los negocios – y no consiguen dominar con toda su fuerza estatal la degeneración de la sociedad en sus territorios. Pues con el enriquecimiento del capital internacional de los recursos del país y con la pequeña clase de beneficiantes locales también crecen la pobreza y la violencia. Por esto siempre hay activistas políticos y críticos nacionales quienes no consideran las condiciones sociales dignas de una debida nación y quienes quieren detener la degeneración de su país y su pueblo. Seguir existiendo sin miramientos como apéndices de la superpotencia económica y política y según las exigencias de ésta les parece una traición a la nación, en vista de la situación del país. Por esto aspiran a alternativas para mantener a sus masas y convertirlas en un pueblo debido en vez de reprimirlas por la fuerza, y para que las fuentes de riqueza beneficien al país y para que el Estado se consolide – y este proyecto les pone en contra de los círculos dirigentes dentro del país y en contra de los intereses estadounidenses. De ahí que Washington tenga que ver, junto a soberanías que fracasan a pesar de las “buenas relaciones” en garantizar el orden útil en el que insiste, con Estados que se niegan a reconocer los intereses del capital estadounidense y las exigencias en cuanto al orden interior como la base inamovible de cualquier avance nacional y como la pauta suprema de la política nacional.

Y esto según Obama no es más que obra de testarudez ideológica que no entiende de qué va el asunto!

Sin embargo –este reproche no lo deja de querer lanzar contra su predecesor– EEUU tiene parte de la culpa de que se hayan formado tales frentes ideológicos:

“Estados Unidos ha hecho mucho para promover la paz y prosperidad del hemisferio, a veces nos hemos distanciado y a veces hemos buscado dictar nuestras condiciones. ... Demasiadas veces, se menoscaba la oportunidad de forjar una sociedad renovada en las Américas debido a debates trillados.” (Obama en la cumbre de la OEA, 17-4-09)

No hay ningún conflicto que no resulte de oposiciones creadas por el capital y la fuerza estadounidenses; ningún asunto militar en que EEUU no fuera entrometido directa o indirectamente; ningún conflicto político en que Washington no fuera inmiscuida y en que no reclame dictar las pautas según sus conceptos de un orden útil: Y el señor de la Casa Blanca no descubre más que, al lado de muchos actos benévolos de Washington, un par de medidas equivocadas en el procedimiento diplomático y –precisamente– demasiada abstinencia! Puede que para un presidente de EEUU esto ya sea una crítica excepcionalmente radical de la política estadounidense del pasado y la máxima concesión a las recriminaciones latinoamericanas contra el detestado poder hegemónico del Norte. De todas formas atestigua la certeza de que Washington tiene la competencia para los destinos de América Latina, y la voluntad de asumir esta “responsabilidad”: Pues en el fondo –si el asunto se considera por una vez de manera objetiva y orientada al futuro– el compromiso estadounidense es lo que América Latina necesita.

Por esto también hay que acabar con la eterna evocación de “errores del pasado”. Los quiere dejar atrás el nuevo presidente, y exige que también lo hagan sus audientes. Pues esta autocrítica estadounidense da por supuesto que con ella ha desaparecido el fundamento para cualquier acusación de que Washington se comporte como una desconsiderada potencia hegemónica frente a América Latina. De ahora en adelante, estas son recriminaciones sin fundamento, motivadas sólo por razones ideológicas. Es la prueba de que Washington ha cambiado y no tiene necesidad de justificarse para pecados de antaño, quizás “cuando yo tenía tres meses de edad”, como Obama descalifica con sonrisa cansada al presidente nicaragüense Ortega. Ahora les toca a los acusadores olvidar sus recriminaciones contra la potencia dirigente y cambiar por su parte:

“No siempre ha sido fácil, pero [EEUU] ha cambiado. Y entonces, pienso que es importante recordarles a los demás líderes que no sólo Estados Unidos debe cambiar. Todos nosotros tenemos responsabilidades para mirar hacia el futuro. Pienso que es importante reconocer, dada la suspicacia histórica, que la política de Estados Unidos no debe ser la interferencia en otros países, pero eso también significa que no podemos culpar a Estados Unidos por cada problema que surja en el hemisferio. Eso es parte del trato. Eso es parte del cambio que tiene que darse. ésa es la manera antigua, y necesitamos una nueva manera.” (íbd.)

El análisis de Obama: una crítica general de la política inadecuada de Bush

Con este enfrentamiento crítico con el pasado –registrado con asombro por la prensa internacional, y con espanto por los conservadores estadounidenses– Obama se distancia ostentivamente de la política que hizo su predecesor. Pues a éste le acusa de que la posición de EEUU como reconocida potencia hegemónica está perjudicada – y esto en una región que los responsables de la geopolítica estadounidense siempre consideraron y siguen considerando como su propia esfera para perseguir y asegurar sus intereses económicos y políticos, en la que calculan con la posición privilegiada de su capital en dólares, y en la que reclaman determinar las condiciones políticas con su dominancia militar y su peso político a base de la práctica exclusión del resto del mundo; una región que desempeña, pues, un papel estratégico muy importante para la superpotencia mundial. La política de las privatizaciones en toda América Latina no fortaleció la predominancia del dólar; al contrario, al capital estadounidense le surgieron competidores por recursos, mercados y oportunidades para la inversión. La subsunción de la región entera en una alianza económica iniciada y dominada por EEUU fracasó debido a la resistencia de los Estados grandes y de los gobiernos de la izquierda que fundaron una contraalianza a iniciativa de Venezuela y que aspiran a crear una autónoma cooperación energética latinoamericana. China y la UE ya son rivales en cuanto a explotar y asegurar fuentes de materia prima. Y con Brasil está naciendo una potencia emergente. Cuba logró defenderse y hasta ganar nuevos aliados. Gobiernos de la izquierda llegaron al poder en Venezuela y en otros lugares y no quieren aceptar su dependencia económica de EEUU con todas las consecuencias negativas ni acomodarse en ella y se oponen a la influencia estadounidense. Ganan simpatías, a medida que EEUU las pierde. Al otro lado, entre los aliados de EEUU, el narcotráfico y la violencia privada no disminuyen, sino que van aumentando. Hay gobiernos que ya no consiguen controlar de manera debida sus condiciones interiores. Con todo esto, el papel privilegiado de Washington como supervisor político sobre América Latina está perjudicado y retado.

Este desarrollo inaceptable para la supremacía estadounidense lo combatió Bush a su manera: el narcotráfico y la violencia privada en los failing states, las guerrillas, los gobiernos de izquierda, y Cuba por supuesto: Todo esto lo consideró como un conglomerado de agitaciones antiamericanas, como una sola amenaza para la seguridad estadounidense, y como obra de los enemigos izquierdistas: Hablar del “narcoterrorismo” y sus cómplices estatales fue más que una palabrería; fue una declaración fundamental de enemistad política. Así Bush incluyó los molestos empeños políticos en el war on terror global y los combatió de forma correspondiente. La lucha contra el cultivo y el tráfico de drogas en los distintos países, la intensificación de la lucha contra las FARC y el ELN en Colombia, el apoyo al fracasado golpe en Venezuela, el agravamiento del boicot contra Cuba, las hostilidades diplomáticas y amenazas contra Chávez y Morales: Todo esto fue parte del programa de EEUU para hacer entrar en razón a sus declarados enemigos, para crear bastiones de Estados del agrado de Washington dependientes y cooperativos en asuntos militares, y para, además, fijar de forma institucionalizada para el futuro la vinculación económica de un máximo número de Estados latinoamericanos a EEUU, asegurarla y refortalecer así el control estadounidense sobre la región en general.

Obama le acusa a su predecesor del fracaso de estos intentos y sabe además la causa por la que fracasaron: Según él, Bush se negó a tomar seriamente en consideración el perjudical desarrollo y la situación problemática que representa la región en su totalidad para la política del ordenamiento de la potencia supervisora, y a intervenir en el asunto. Al contrario, los ideologizó incluyéndolos en su programa del war on terror, abrió frentes innecesarios, dando así impulso a los enemigos de Washington, cargando las relaciones con Estados terceros en vez de aprovechar los intereses de los Estados, que ya dependen de Washington, para el beneficio estadounidense – en breve: Bush contribuyó con su “comportamiento de la era de la Guerra Fría ... a que creciera el antiamericanismo, no por último en América Latina“ (FAZ, 23-4-09), desatendió demasiado esta región importante, debilitando así la influencia estadounidense en la región en vez de fortalecerla.

Tan simple le resulta a un presidente estadounidense explicar la esencia del asunto: Sólo hace falta que Washington mejore su liderazgo, entonces se eliminará el antiamericanismo.

La nueva oferta: Luchar en común contra los problemas urgentes de América Latina bajo el liderazgo estadounidense

Esto es lo que quiere y por esto anuncia un mejor futuro a los más altos representantes de América Latina y ofrece a todos ellos un nuevo “nosotros” y cooperación verdadera:

“Les prometo que procuraremos una sociedad equitativa. No existe un socio principal ni socio de segunda categoría en nuestras relaciones; simplemente participación en base al respeto mutuo e intereses comunes y valores compartidos.” (en la OEA, f.cit.)

Obama no les presenta a sus destinatarios su descontento con las condiciones de los Estados en el sur del hemisferio y la exigencia de procurar el orden allí, como una exigencia del poder hegemónico cuyos intereses indican el norte y que insiste imperiosamente en la vigencia de sus intereses en cuanto a un orden provechoso, sino que les presenta el interés de Washington en un orden útil como una necesidad suya de mejorar las condiciones de su soberanía para la cual no pueden prescindir de EEUU como su ayudante poderoso. Como tal, Obama les oferta una sociedad en la que EEUU actuaría como primus inter pares, dispuesto a cooperación y respeto. La potencia suprema ya no polariza, ya no declara regímenes no deseados en el hemisferio como enemigos incorregibles y como parte de una amenaza mundial antiamericana y ya no exige declararse a favor o en contra de ésta. Su máximo representante aboga considerar “lo esencial” más allá de los acosos y ofrece que todos participen en la lucha contra los problemas urgentes del sur del continente: A gobiernos de izquierda que tienen que defenderse contra sus adversarios derechistas, igual que a gobiernos como el de Uribe en Colombia o el de Calderón en México, que intentan liquidar por la fuerza militar y bajo la dirección estadounidense el narcotráfico y los movimientos guerrilleros en sus territorios – a todos ellos se dirige como soberanos afectados por la inestabilidad y la violencia, y por lo tanto interesados en la misma lucha.

Pues las amenazas las define Obama de otra manera que su predecesor: América Latina es para él una zona problemática que carece de estabilidad y control, o sea de aseguradas condiciones estatales para los intereses estadounidenses.

Por ello, los esfuerzos comunes en cuanto a

“la seguridad”

ocupan el primer lugar en la agenda:

“La seguridad de nuestros ciudadanos se debe promover por medio de nuestro compromiso de aliarnos con quienes combaten valientemente los carteles de drogas, las pandillas y otras redes criminales en todas las Américas. Y debemos empezar por casa. Si reducimos la demanda de drogas y restringimos el flujo de armas y grandes cantidades de dinero en efectivo a través de nuestra frontera sur, podemos promover la seguridad en Estados Unidos y en otros países. Y en el futuro, mantendremos un diálogo duradero en el hemisferio para asegurarnos de desarrollar prácticas óptimas, adaptarnos a nuevas amenazas y coordinar nuestros esfuerzos.” (Artículo del presidente... f.cit.)

“No debemos tolerar la violencia ni la falta de seguridad, independientemente de dónde provenga. ... Las armas ilegales no deben ir a parar sin traba alguna en manos de criminales, y las drogas ilícitas no deben destruir vidas ni distorsionar nuestra economía.” (en la OEA, f.cit.)

Obama deja de identificar el narcotráfico, las guerrillas y los gobiernos de izquierda. Los Estados disidentes son un problema; las drogas, la violencia, las protestas sociales, las rebeliones y la pobreza que pone en peligro el orden, son otro. No son siempre y por todos lados agitaciones antiamericanas y enemigos de América que hay que combatir ante todo y en todo lo que hacen. Sino que existe tanto el crimen organizado que pone el orden en peligro, como otras formas de violencia que hay que enfrentar con decisión. Por esto Obama se concentra en privar de fondos y medios a la violencia desbordada y al crimen organizado en suelo estadounidense y en toda América Latina, sin considerar las enemistades políticas, mediante un intensificado control común de flujos de dinero y armas. Para ello quiere que los Estados colaboren – y será éste el criterio en el que se distinguirán gobiernos útiles, cooperativos, no dispuestos e incapaces de colaborar.

“La prosperidad”

Está claro: Para la depauperación, la pobreza, la destrucción del “medio ambiente” y los presupuestos arruinados que produjeron en los países del sur el capital estadounidense y los dólares en sus mercados latinoamericanos, Washington no tiene responsabilidad alguna. Al contrario: El hecho de que naciones enteras degeneraron en asilos de pobres gracias a su papel como fuentes de recursos y plantaciones de las compañías fruteras y otras, como lugares de producción con sueldos bajos, como mercados de consumo y objetos de inversión de las empresas de alimentos, comunicación y energía, forma parte de “los problemas” de estos países que hay que “solucionar”. Entonces es preciso recordar la suerte que tienen estos países de tenerlo a EEUU: un socio para su afán de “prosperidad” y “superar la pobreza”. No, la central del capitalismo no actúa de forma dogmática y exigente, su jefe supremo sólo recuerda dónde residen los intereses comunes en cuanto al progreso económico en “nuestro hemisferio”. En vez de exigir como el gobierno anterior (en su calidad de abogado radical de las bendiciones del mercado libre, representadas por las multinacionales estadounidenses) más apertura y más avances en la política de las privatizaciones y condenar las nacionalizaciones en Venezuela y otros lugares, Obama alaba –pasando por alto todas las opiniones divergentes con respecto al correcto “modelo de economía”– la economía estadounidense y su éxito comercial como la base de la economía latinoamericana. Si EEUU promueve los negocios de sus capitalistas, promueven con ello también los países del sur tan perjudicados por la crisis actual:

“Estados Unidos está trabajando para promover la prosperidad en el hemisferio impulsando su propia recuperación. Al hacerlo, ayudaremos a estimular el comercio, la inversión, las remesas y el turismo que le dan una base más amplia a la prosperidad del hemisferio.” (Artículo del presidente... f.cit.)

Y así ayuda a las masas y con ello también a sus soberanías que poseen en los emigrantes una fuente imprescindible de ingresos en dólares. Esto creará proamericanismo:

“La gente en América Latina quiere que EEUU tenga éxito; pues muchas exportaciones van dirigidas al norte, y del norte vienen las remesas de los inmigrantes. Hay que aprovechar este amplio potencial de la buena voluntad.” (Obama según FAZ, 23-4-09)

El presidente de la primera economía mundial saca a la memoria que las economías latinas tienen su primer contacto, o sea su mercado decisivo y su principal inversor, en el poder económico estadounidense. Esto debe ser razón suficiente para tener intereses comunes.

A fin de aprovechar más América Latina como la extendida esfera de sus multinacionales y como reserva de energía y materias primas, Obama ofrece a la otra mitad del hemisferio una nueva alianza estratégica:

“Un sector que promete muchísimo es el de energía. Nuestro hemisferio tiene abundantes recursos naturales que podrían producir abundante energía renovable de manera sostenible, y a la vez, generar empleo para nuestra gente. ...

Es por eso que estoy deseoso de crear una nueva Sociedad de las Américas en materia de Energía y Clima que nos ayude a aprender unos de otros, compartir tecnología, potenciar la inversión y maximizar nuestra ventaja comparativa.” (Artículo del presidente... f.cit.)

“Entonces, hoy, estoy proponiendo la creación de una nueva Sociedad de las Américas en Materia de Energía y Clima que pueda fomentar progreso a favor de un futuro más seguro y sostenible. Es una sociedad que aprovechará la visión y determinación de países como México y Brasil, que han realizado una magnífica labor en este campo, para promover la energía renovable y reducir las emisiones de gas de efecto invernadero.” (en la OEA, f.cit.)1

Con esto anuncia –en forma de oferta– la voluntad de EEUU de aprovechar América Latina no sólo en su papel de suministrador de portadores fósiles de energía, sino también como reserva de biocarburantes –una opción cada vez más importante de su política energética– a fin de dejar atrás en este como en otros campos de competencia a sus rivales por el control estratégico sobre las fuentes del crecimiento capitalista en América Latina. A la vez contraria con este proyecto las ambiciones alternativas de una cooperación energética latinoamericana bajo la dirección de Venezuela. EEUU pretende aprovecharse de México y Brasil para hacerse más independiente del petróleo, y con esto de uno de sus principales suministradores, Venezuela, con su incalculable presidente Chávez.

“La democracia”

“Todas y cada una de nuestras naciones tiene el derecho de seguir su propio camino. Pero todos tenemos la responsabilidad de velar por que los pueblos de los americanos [sic] tengan la posibilidad de hacer realidad sus propios sueños en sociedades democráticas.” (en la OEA, f.cit.)

Aunque el nuevo dueño de la Casa Blanca no entiende el compromiso estadounidense a ordenar América Latina ante todo como una lucha encarnizada contra los enemigos de EEUU –como lo hacía Bush– sino que se muestra más bien ostentativamente moderado en cuanto a la polarización en bueno y malo; aunque concede a los Estados el derecho a la autonomía pasando por alto todas las diferencias –una concesión impresionante para un presidente del poder hegemónico que desde siempre reclama la competencia para la alineación de los Estados latinoamericanos y el derecho a la intervención–: No deja lugar a dudas de que good governance (“gobernar bien”) sigue siendo la exigencia vigente. Precisamente por la razón de que se distancia públicamente de la exigencia de “censurar” por la fuerza los esfuerzos nacionales, tiene el derecho y la obligación de deletrear a todos los Estados los deberes ideales de gobernar bien: “libertad” y “democracia”. Y éstos son naturalmente incompatibles con ciertos regímenes que no satisfacen las exigencias de Washington. Si ellos les reprochan a EEUU de interferir en la soberanía nacional, éste les debe recordar que sus pueblos tienen derecho a la libertad.

2. La lucha práctica por el orden de la “zona problemática” de América Latina y por una reconocida supremacía estadounidense.

Gestos diplomáticos frente a los gobiernos de izquierda

Con su actuación en la cumbre el nuevo presidente señala a sus homólogos que es en serio su postura de dedicarse a los “verdaderos” problemas de América Latina más allá de tener cuestiones ideológicas. Somos testigos de que el hombre más poderoso del mundo da la mano a su adversario Hugo Chávez. Al contrario de su predecesor, Obama escucha por una hora sin parpadeo las acusaciones del presidente nicaragüense Daniel Ortega a cuyo gobierno sandinista depararon una sangrienta guerra civil los Contras proveídos por Reagan, y encima sabe hacer bromas al respecto: una comprobación de su respeto y soberanía! Aquí no actúa el gringo feo, sino un representante ecuánime de una potencia mundial para quien la promesa de “escuchar”, tomar nota de las diferentes posiciones de las naciones y sondear diferencias y afinidades, no significa dejarse desviar.2

Con Venezuela y Bolivia se retoman las relaciones diplomáticas en las embajadas. La canciller Clinton negocia con los presidentes de Ecuador y Bolivia, Correa y Morales, con la perspectiva de que “tenemos mucho más razones para la cooperación que para diferencias.” www.state.gov 09.06.09

Entonces la administración estadounidense sugiere a estos dos países de pobres que apuesten por el interés estadounidense en ellos y sus recursos naturales, tanteando hasta qué punto éstos estarían dispuestos a renunciar a las consignas anti-americanas en vez de sostener sus posiciones con el apoyo de Venezuela. En diferencia a Bush, no mete un hombre como Correa automáticamente en el mismo saco como esa sección de enemigos de EEUU liderada por Cuba y Chávez, sino que sí se puede imaginar que éste podría procurar aún más orden en su país con su “revolución ciudadana” – si cambie de parecer, siendo consciente de que el nuevo gobierno en la Casa Blanca amplía el abanico, ofreciendo más que sólo acosamientos.

La lucha contra el narcotráfico y la violencia:
Más cooperación y presencia militar estadounidense

En la lucha contra el crimen organizado del tráfico de drogas y armas, anteriormente definida por el presidente como la tarea principal de una política de ordenamiento EEUU, Obama prosigue el camino del gobierno de Bush, fundándose en los progesos qué éste logró contra el “narcoterrorismo”. Por eso es que la intimación de proceder a partir de ahora aún más firmemente contra éste va dirigida principalmente a los Estados de Latinoamérica cuya rigurosidad al respecto Washington ya exigía y cobraba luego de auspiciarla. Con el presidente de México, el primero de América Latina con quien se reúne Obama, concertó la intensificación de los controles en la frontera y de las operaciones militares contra los carteles de droga en el país. Colombia se fortifica como base principal del ejército estadounidense en la región. Un nuevo acuerdo permite a Washington usar más bases militares que antes; hecho en parte también para reemplazar la base de Manta en Ecuador, cuyo permiso de uso fue retirado por el presidente Correa. En cambio, Colombia recibe apoyo logístico para acabar con la mafia y las FARC. De esta manera, Obama actualiza la cooperación institucionalizada por medio del “Plan Colombia” y el “Plan Mérida”, cumpliendo las ideas que estos siguen teniendo: La potencia estadounidense se despliega sobre el terreno con más poder que antes.

Una nueva política contra Cuba: En vez de una enemistad incondicional un empujón para un “change” radical del eterno perturbador

Obama da una primera prueba –según la opinión unánime de los comentadores también sumamente atrevida– de su nueva política en Latinoamérica, aliviando una parte del bloqueo contra Cuba, declarado enemigo principal en la región. Los cubanos en el exilio vuelven a tener el permiso de viajar más a menudo a su ex-tierra y transferir dólares a sus familiares. Para esa decisión celebrada como un acto de humanidad aduce motivos que en sus palabras elevadas resultan ser bastante pragmáticas: el bloqueo no cumplió su deber de derrocar el régimen.3

“Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba.” (en la OEA, f.cit.)

“Esta semana, modificamos una política hacia Cuba que durante décadas no ha logrado promover la libertad ni oportunidades a favor del pueblo cubano. En particular, prohibir que los cubanoamericanos visiten a sus familiares en la isla o les brinden recursos carecía de sentido, especialmente tras años de dificultades económicas en Cuba y los devastadores huracanes del año pasado. Ahora, esa política ha cambiado.” (Artículo del presidente... f.cit.)

Desde el fin de la Unión Soviética, que había asegurado por 30 años que Cuba podía sobrevivir bien o mal en el patio trasero de EEUU, éste último contó con que Cuba se derrumbara y multiplicó sus esfuerzos por conseguir este objetivo. Impuso un régimen de sanciones cada vez más amplio en el que fue incluyendo también a otros Estados para asegurar que Cuba fuera aislada y desprovista de los productos del mercado mundial. Este bloqueo iba destinado a batir el odiado régimen y de hecho logró convertir el socialismo esperanzador en una lucha por la existencia pobremente dotada de recursos. Aun así, Cuba no se hundió, y tampoco se rindió.

Bush sacó de este resultado la conclusión de que Washington tendría que insistir aún más en que ese gobierno no tiene derecho a existir y ocuparse de imposibilitar la supervivencia al país. En el marco de su programa del ordenamiento mundial, a Cuba le atribuyó el puesto de un ayudante y proveedor latinoamericano de terrorismo, colocando así ese país en el mundialmente combatido eje del mal. Calificando a Cuba de precursora de tendencias antiamericanas, manifestó de forma ejemplar la firmeza de EEUU de no dar cabida a alternativas políticas en su hemisferio. Por eso aumentó de nuevo las restricciones del embargo dando a entender que “las sanciones se mantienen... mientras que los hermanos Castro sigan en el poder” (International Herald Tribune, 10-10-06). Entre otras cosas se restringieron los viajes y las remesas para explicar a los cubanos por qué alternativa tenían que optar:

“ El pueblo de Cuba tiene la opción de libertad económica y política y perspectivas o seguir bajo la represión política y la escasez económica del régimen actual.” (Compromiso con el Pueblo de Cuba, Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre, Washington DC, 10-7-2006)

Ahora Obama alivia un tanto esta parte muy controvertida de las sanciones, regresando a la práctica anterior de la política estadounidense. El primer objetivo que Obama persigue con este alivio es que los cubanos lo comprendan como un gesto de consideración y como el mensaje que su política de apoyar libertad y democracia en Cuba está dispuesta a discernir entre el pueblo en apuros y su dirigencia. En este sentido, la relajación está calculada a tener efecto: Mientras que Bush recortó las visitas y las afluencias privadas de dólares considerando estas actividades principalmente como ayudas falsas para el régimen de Castro, al contrario Obama las considera más bien como un mecanismo para producir un efecto de desarticulación en el país: los compatriotas traen en persona las virtudes de la libertad desde EEUU poniendo en evidencia la pobreza de la economía de abastecimiento del Estado de Cuba. La posesión de dólares como privilegio material vale más que cualquier propaganda oficial del gobierno para que el pueblo cubano entienda cuánto mejor se puede vivir abastecido de dólares y libertad.4

Asimismo ese alivio de las sanciones tiene un segundo objetivo aún más importante: da la señal diplomática a la dirigencia cubana que el gobierno de EEUU ya no pretende tratar incondicionalmente a Cuba como un enemigo incorregible y forzar su dimisión. El gobierno estadounidense ofrece a Cuba la posibilidad de abrir una nueva diplomacia – sin embargo, una diplomacia de carácter especial: a la contraparte se le da la oportunidad de comprobar su capacidad y voluntad de realizar el cambio que exige la oficina central de libertad y democracia:

“El gobierno estadounidense ofrece a La Habana un debate sobre los derechos humanos, la libertad de prensa, reformas democráticas y cooperación económica. Ahora le toca a Cuba.” (Portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs)

La nueva administración de EEUU no pone enteramente en tela de juicio la buena voluntad de Cuba, sino se plantea poner a prueba a Raúl Castro para verificar la seriedad de las “reformas” definidas por los árbitros de Washington. Por tanto, Washington no abandona las sanciones a excepción del “gesto humanitario”, sino que les atribuye una nueva funcionalidad. A las sanciones se les proporciona la nueva función de instrumento de una diplomacia de chantaje: a Cuba se le muestra la perspectiva de un retroceso paulatino de las sanciones para premiar progresos en el trato de la oposición, en materias de emigración, en asuntos de constitucionalidad y reformas democráticas, con el tema de la apertura económica... es decir: progresos en dirección a la “Democracia y Libertad” que define EEUU tanto como los alivios con que promete premiarlos. De tal manera, EEUU quiere acercarse a lo que el régimen cubano le está negando desde hace tanto tiempo y con tanta perseverancia:

“Pensamos que los cubanos deberían autodeterminar su destino y vivir en libertad y con vistas a un crecimiento ecónomico.” (Vicepresidente Bidon, FAZ, 30-03-09)

En conclusión se trata de un nuevo programa para quebrar a Cuba: Al régimen se le da la oportunidad de “cambiar el régimen”.

La OEA como escena de la lucha diplomática por un compromiso sobre Cuba al gusto de Washington

Luego también ese programa es el sujeto de una lucha diplomática en la próxima conferencia de la OEA. Es que el gobierno de EEUU está por imponer su programa para Cuba pasándolo por ser la línea oficial de la comunidad de los Estados de América Latina. Con este caso precedente para todos los Estados involucrados, el gobierno quiere imponer su competencia directriz contra las ambiciones nacionales de los distintos Estados latinoamericanos que recalcitran en aceptar el “paternalismo” estadounidense.

Por eso la delegación de EEUU se opone en la cumbre de OEA a la petición de Venezuela y otros gobiernos de izquierda respaldada por todos los Estados de Latinoamérica de revocar incondicionalmente la expulsión de Cuba de la organización, llevada adelante en 1962 por el entonces gobierno estadounidense. La canciller Clinton puntualiza que si bien EEUU acepta anular esa vieja resolución, no obstante Cuba primero tiene que ganarse la reincorporación. Pues esto es lo que prevé el resultado del compromiso diplomático, apuntado por Chávez y otros gobiernos de izuierda como su victoria:

“Muchos países miembros trataron en un principio de levantar la suspensión de 1962 y permitir el retorno inmediato de Cuba, sin condiciones. Otros coincidieron con nosotros en que el enfoque correcto era sustituir la suspensión –que ya ha superado su razón de ser tras casi medio siglo– con un proceso de diálogo y una decisión futura que dependerá del compromiso que Cuba asuma con los valores de la organización. Estoy contenta de que todos coincidieran en que Cuba no puede simplemente tomar un asiento y de que debemos dejar para el futuro la decisión de la participación de Cuba, si es que ese país decide solicitar su reingreso.” (Clinton, 3-06-09, Declaración sobre la resolución de la OEA)

Con ello, Washington pone en su lugar las ambiciones de cuestionar en el caso de Cuba la soberanía resolutiva de EEUU sobre lo que son regímenes convenientes y no convenientes. EEUU no da una estricta negativa a la petición de los países reunidos de América Latina, pero insiste en ser el juez de última instancia sobre el si y cuándo Cuba se merece el estatus de un miembro digno de la comunidad. Esa perspectiva la deben asumir los países latinoamericanos y actuar correspondientemente si quieren ser amigos de EEUU. Pues algo que Obama ya los ha explicado:

“Por eso anhelo que llegue el día en que todos los países del hemisferio puedan tomar su lugar ante la mesa, conforme a la Carta Democrática Interamericana. Y así como Estados Unidos va en pos de ese objetivo en su acercamiento al pueblo cubano, esperamos que todos nuestros amigos en el hemisferio se nos unan para apoyar la libertad, igualdad y los derechos humanos de todos los cubanos.” (Artículo del presidente... f.cit.)

El golpe militar en Honduras: un precedente para el nuevo liderazgo estadounidense en América Latina

En Honduras, el presidente es desposeído de su cargo por los militares y la clase dirigente. Esto porque él, presuntivo representante de sus intereses, se convirtió, una vez en el cargo, en un abogado de una salvación del Estado hondureño. Desde la perspectiva de una nación verdadera hace un balance ruinoso:

Todo esto lo quiere cambiar en su función de presidente. Para ello inicia los trámites de rudimentarias reformas sociales, pone la distribución del petróleo en manos del Estado y se une a la asociación económica de los gobiernos de izquierda bajo la dirección de Hugo Chávez. Pues necesita de apoyo desde fuera, y lo recibe en forma de petróleo, créditos y tractores venezolanos. “Confrontado con una grave crisis económica, recibió del Sr. Chávez la cooperación que Washington se opuso a concederle.” (Le Monde, 30-6-09) Para imponer su programa contra la clase dominante, necesita además de cerciorar su liderazgo dentro del país y quiere conseguirlo convocando un referéndum. Contra éste se sublevan las fuerzas que tradicionalmente constituyen el Estado, destituyen al presidente y lo sacan del país. Entonces éste hace un llamamiento al pueblo a que “salga a la calle“. El programa de arreglar el país con reformas y de poner en marcha un “progreso” para mejorar el Estado lleva, pues, directamente a una lucha por el poder – y a dudas acerca de la democracia que hasta entonces garantizó la vigencia de los intereses ahora cuestionados.

La lucha desencadenada a consecuencia, sin embargo, no se decide dentro del país, sino en EEUU. Al fin y al cabo, Honduras no es más que una creación estatal mantenida por EEUU que debe su soberanía formal a EEUU y al servicio para EEUU; es decir, Honduras es un perfecto modelo de lo que se suele tachar (con desdén por observadores burgueses, en forma de incriminación por parte de los críticos) de una “república bananera”: económicamente, una plantación de bananas y café de empresas estadounidenses; aparte de esto, un centro de recogida para remesas de sus emigrantes; militarmente, un puesto exterior del ejército estadounidense y base para sus tropas de intervención en América Central; en cuanto a su presupuesto, un caso fundido tutelado por el FMI, que con créditos y continuas condonaciones de deudas mantiene a flote a este país que cuenta entre los altamente endeudados; todo esto hasta ayer políticamente asegurado por una democracia constituida por dos partidos de aquella élite de beneficiarios económicos del país que se alterna en el poder, y por el ejército encargado de sofocar protestas en el interior.

Este fundamento existencial del país, su papel como una dependencia estadounidense, es lo que produjo todo lo que el presidente lamenta y no quiere seguir gobernando, o sea lo que convirtió Honduras en un failed state (Estado fallido) ejemplar en el que la fuerza estatal se empeña en limitar la delincuencia y el narcotráfico y a sofocar protestas. Aparte de ello, lucha con su impotencia financiera.

Entonces la pregunta es cómo se posicionará el gobierno de Obama en la contienda entre los administradores políticos de Honduras. Este país es el primer comprobante de cómo define el nuevo residente en la Casa Blanca el “change” anunciado en su política frente a América Latina. El mismo Obama toma el caso como ejemplo de su firmeza en una nueva política – y lo califica como un “precedente terrible“ para la región (NYT, 29-6-09). El mundo se queda boquiabierto y valora muchísimo –o lo desaprueba y no lo puede creer– que el poder hegemónico, cuya autoridad para decidir el caso nadie pone en duda, se oponga a sus propias criaturas: “Novedades en el patio trasero: Washington apoya a un populista de izquierdas y critica el cambio de régimen en Honduras“ (FAS, 5-7-09).

También y precisamente en este caso, Obama se distancia ostensiblemente de su predecesor y de las costumbres tradicionales de EEUU y anuncia una clara cesura frente a “las actividades de la administración de Bush, que en 2002 ofreció una pronta y tácita aprobación de un efímero golpe contra el Sr. Chávez.” ““No queremos volver a un pasado oscuro” -dice el Sr. Obama-, cuando golpes militares cancelaban elecciones.” (NYT, 29-6-09)

En el “pasado oscuro”, el concepto de “la democracia” se definía de forma directamente parcial, de manera que sólo se podía hablar de circunstancias democráticas si los correctos, los partidarios de una política que beneficiaba a Washington, estaban en el poder. Ahora –anuncia Obama– se define según el principio de elecciones honestas. No, EEUU ya no ladeará como en tiempos de Bush apoyando sin miramientos al representante de los intereses estadounidenses y no pasará por alto las objeciones de los soberanos latinoamericanos; no polarizará y no echará una mano por vías diplomáticas y de forma material caso que los malos asuman el poder en las elecciones; ya no demostrará su fuerte capacidad de mando con la desconsideración con la que insiste en una orientación política favorable y no se entrometerá en la política nacional en este sentido. Como objeción general a esta política, Obama tiene un argumento contundente: No fue eficaz, como se ve en el fracaso del golpe contra Chávez!

Claro está que en cuanto a la política de Zelaya, Obama no está conforme; en esto no deja lugar a dudas por mucho que critique a los golpistas. Pues todo lo que Zelaya inició en materia de reformas sociales y medidas para salvar al Estado y el apoyo que se buscó y encontró, le parece intolerable y contrario a EEUU. Tanto más, Obama reclama que se valore que su gobierno desiste de tomar partido y de declarar la enemistad a un pequeño Estado dependiente de EEUU si en éste no se gobierna siguiendo estrictamente las pautas de Washington: El presidente estadounidense toma en serio el respeto a la “voluntad de los pueblos”, Washington se abstiene de intervenir, e incluso se opone contra sus propios seguidores si éstos no respetan las reglas de la democracia:

“Estados Unidos apoya la restitución del presidente electo democráticamente de Honduras, a pesar de que él se haya opuesto de forma enérgica a las políticas estadounidenses. No lo apoyamos porque estemos de acuerdo con él. Lo apoyamos porque respetamos el principio universal de que el pueblo debe elegir a sus propios líderes, ya sean líderes con los que estemos de acuerdo o no.” (Discurso de Obama en Moscú, 7-7-09)

La ostentativa toma de partido a favor del procedimiento democrático y la reserva ante los golpistas tienen, sin embargo, sus razones concretas. Los golpistas se permitieron un acto arbitrario no autorizado por el presidente estadounidense que altera su programa de orden mundial, por mucho que apuesten por el apoyo de los círculos en el ejército, la CIA y los conservadores estadounidenses que les son favorables. Estorban con esto la estabilidad en su propio país que a Washington le importa. Estorban sus iniciativas diplomáticas recién comenzadas que van destinadas a un reconocido liderazgo en América Latina. Estorban sobre todo su proyecto de desunir el campo antiestadounidense, de dividirlo – y de abrirlo para intereses estadounidenses. Con el derrocamiento del presidente electo provocan un tumulto popular en vez de procurar orden, incentivan una molesta oposición, radicalizan el conflicto con el presidente hondureño y le empujan hacia Chávez, mientras que Washington se está esforzando por ganar influencia sobre los proyectos nacionales divergentes. En breve: Contrarian completamente la línea política y socavan el programa que Obama se planteó con la operación “democracia”: Estabilizar los Estados latinoamericanos bajo la dirección de la supervigilancia estadounidense, la que se acredita como tal no interviniendo de manera parcial en discordias nacionales para decidirlas por la fuerza, sino aconsejando y encomendando a los gobiernos autóctonos que “pongan orden” en sus asuntos internos y asistiéndoles en este esfuerzo.

En este sentido, Obama está harto del “intervencionismo” y de las contiendas “ideológicas”. Quiere que el poder hegemonial deje de desempeñar el papel del eterno vigilante que decide conflictos, quizá ayude a uno de los bandos en asumir el poder y en sostenerse en él, que al final sólo persiga su interés particular en vez de garantizar el interés superior de Washington en que haya orden. Quiere que ésta sea la pauta para la política local; que para esto está la democracia: para que haya concordia entre los competidores políticos y para pacificar a las masas. Y quiere que el ejército garantice la estabilidad y procure orden, dominando la violencia cotidiana en la sociedad, pero no que intente decidir las contiendas políticas dentro de la administración política por medio de la fuerza.

Desde este punto de vista, la administración estadounidense no ve, o sea no acepta, ninguna oposición irreconciliable entre los adversarios hondureños, sino que concibe su lucha por el poder como un molesto incidente. Son riñas menores que van contra sus mucho más importantes intereses de vigilancia. Por esta razón toma ostentativamente, en su calidad de designado árbitro frente a las partes en litigio, la posición de la legitimidad democrática y exige de los dos bandos: “ Respeto a la “democracia”!” Condena a los golpistas, pero no incluye en el cálculo todos sus medios para obligarlos a darse por vencidos. A la inversa, intercede ostentativamente a favor del derecho democrático de Zelaya a ser presidente, pero sin ayudarle a retomar el cargo. En vez de esto, reclama que ambos bandos relativicen sus posiciones irreconciliables y se comprometan a “un gobierno de la unidad y reconciliación nacional”: O sea que los golpistas se pongan pacíficamente de acuerdo con la persona contra la que iba dirigido su golpe – y vice versa Zelaya con ellos, para que se suprima este incidente. En este sentido Washington se compromete, expresamente en conjunto con y bajo la dirección de la OEA, a la “mediación”; introduce, ahora contra la voluntad de los otros países de la OEA, a un incondicional suyo como mediador para que éste enseñe a los dos bandos la suprema interpretación de lo que significa “volver a la legitimidad”: Que los golpistas se rindan y el presidente vuelva a su cargo, renunciando éste a su referéndum constitucional, o sea a la posibilidad de su reelección con el pueblo respaldándolo, y con ello a continuar sus reformas proyectadas. Se le exige, pues, desistir de su programa a cambio de que se revoque su destitución. Así que en cuanto al contenido de la sublevación se da la razón a los golpistas y además se les da la oportunidad de corregir su línea equivocada por vías democráticas.

A ambos lados se les exige relativizarse en sus ansias de poder en vez de agravar el asunto. Hagan las paces, si no perderán las simpatías de EEUU! Esto es lo que les aclara Washington:

“Clinton le animó a Micheletti que continuara participando en aquellas negociaciones y le ayudó a comprender las posibles consecuencias si no se consigue beneficiar de esta mediación.” A la vez condena los intentos de Zelaya de volver a su país por cuenta propia: “Le explicamos al presidente Zelaya nuestra posición de que la mediación es el camino que hay que tomar.” (junge welt, 22-7-09)

Lo esencial del “principio general“ al que se consagra Obama como pauta para su política, no se pasa por alto. El cinismo de tratar a un asilo de pobres creado por EEUU como lo es Honduras, con toda su miseria y latente guerra civil, bajo la perspectiva de si “la gente elige libremente a sus representantes políticos“, tiene método. En este caso el asunto es que reintegre y se supere el descontento nacional, se restablezca la concordia de la clase dirigente, o sea que el país retorne a la administración democrática de las condiciones miserables tal y como estaba antes. Que los responsables allá abajo hagan el favor de conseguirlo.

Mucho más grave que el conflicto en Honduras es el conflicto interno que se agrava con motivo de este caso en EEUU: Se han armado debates vehementes sobre si el nuevo presidente está desenmascarando y dejando en la estancada a aliados estadounidenses en vez de respaldarlos, si está dejando plena libertad a enemigos izquierdistas en vez de combatirlos, si se está dejando seducir por Chávez en vez de pararle los pies, si está mostrando debilidad en el desempeño de su mando en vez de mostrar fuerza; o sea: si está perjudicando la hegemonía estadounidense tal y como se lo imputa a su predecesor.



Notas:

1 El gobierno estadounidense hace de este mensaje doble el continuamente reiterado sello de su nueva diplomacia: “No nos interesa combatir antiguas batallas o vivir el pasado. Nos comprometemos a construir un futuro mejor para todas las Américas escuchando, aprendiendo y forjando alianzas basadas en el mutuo respeto. A la vez siempre defenderemos los principios eternos de la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley que animan nuestras sociedades y sirven de faro para aquellos en el mundo que son oprimidos, silenciados y subyugados.” (Thomas Shannon, Bureau of Western Hemisphere Affairs, 3-6-09, http://www.state.gov/p/wha/rls/rm/2009/124314.htm)

2 Sabiendo que la superpotencia EEUU también puede resolver las cosas de otra manera si quiere, la opinión pública europea valoró como una sensación o una jugada feliz que Obama obsequie a los enemigos de Washington con el “respeto” debido. En cambio, los enemigos de la nueva línea de Obama en EEUU han detectado en esos gestos diplomáticos una humillación de EEUU justamente por parte del mismo presidente, y una traición al liderazgo: “¿Es que el narcismo de este hombre no conoce límites? ésto no se trata de él. Se trata de su patria.” Charles Krauthammer. “Tienes que tener mucho cuidado. El mundo allá fuera –amigos como enemigos– rápidamente irá aprovechando de una situación cuando piensan que están tratando con un presidente débil.” Dick Cheney, Fox News. “EEUU provee mucho del liderazgo en el mundo que tenemos desde hace mucho tiempo. No creo que necesitemos de disculparnos.” Dick Cheney, 26-04-09 Washington Times. Contra el reproche de jugarse la seguridad de EEUU, Obama por su parte recalcó con qué cuenta su diplomacia – con el poder de EEUU: “Venezuela es un país cuyo presupuesto de defensa es seiscientas veces menor que el de Estados Unidos, por lo que es poco probable que un apretón de manos y una conversación cortés con el Presidente Chávez ponga en peligro los intereses estratégicos de Estados Unidos”. Obama, según venezuelanalysis.com/analysis/4405

3 El presidente no es el único que opina esto: “En el primer cuarto del año corriente un informe de la comisión de asuntos exteriores del congreso estadounidense hizo constar la “ineficacia” de casi 60 años de política de bloqueo. El embargo para forzar un “cambio de régimen” incluso es contrario a los intereses nacionales de EEUU... En lugar de seguir con la política de bloqueo fracasada deberían optar por una estrategia que inserte Cuba en la economía mundial capitalista mediante la concesión de créditos e instituciones como el banco mundial y el FMI.” (diario alemán junge Welt, 22-07-09) Obama sigue estas recomendaciones, pero a su manera.

4 El que el “alivio humano” tenga como objetivo la desarticulación del régimen cubano, también forma la pauta de todos los comentarios, también de la prensa alemana que sopesa las oportunidades y riesgos de ese paso a favor de esa buena causa: no están conformes si el alivio es apto para poner en aprieto el régimen y dividir el pueblo de su dirigencia, o más bien constituye una capitulación frente a la persistencia de los Castro.



Fuentes: