Teoría marxista. Crítica al capitalismo. |
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Brasil forma parte, hoy en día, del club de mercados
emergentes
. Con este calificativo se designa a países que en
el pasado manejaron mal todos sus asuntos y malgastaron los aflujos de capital
invirtiéndolos en ambiciosos proyectos de desarrollo
y
en obras benéficas
, pero que en la actualidad
-tras haber pasado por experiencias dolorosas
y en
parte
debido a la presión de los acreedores internacionales
- todo lo
están haciendo bien: han reducido la influencia del Estado sobre
la economía, han aminorado la pérdida de valor del dinero y han
abierto el mercado nacional de capitales
. No es de sorprender, pues
-así piensan los peritos económicos- que la marcha de los
asuntos
gratifique con el correspondiente éxito este cambio en favor de la
lógica de la economía de mercado libre
. Y al
decir esto remiten a las enormes tasas de crecimiento
que
vienen registrando algunos de esos países, a las inversiones
directas de empresas extranjeras
y al interés que manifiestan
todas las partes en las posibilidades de ventas que ofrecen estos
mercados
. Pero el cumplido de emerging market
se
refiere, en lo esencial, al retorno de estos países a los
mercados de capitales
y al hecho de que actualmente se los cotiza y
negocia en bolsa como esferas de inversión atractivas para el capital
monetario. Ello no quiere decir que los hombres de negocio de dichos
países hayan acumulado suficiente riqueza dineraria en una moneda dura
y utilizable a escala internacional y que, merced a ello, actúen ellos
mismos como inversionistas en las bolsas del mundo y como acreedores de
Estados que disponen de menos medios financieros. Emergentes
vienen a ser estos mercados en tanto que objetos de la
especulación del capital monetario extranjero.
Este vivo interés de los inversionistas extranjeros por Brasil no es del todo nuevo. Ya en el transcurso de las décadas del 70 y del 80, los dadores de crédito occidentales (Estados, bancos y otros especuladores) habían sabido utilizar las necesidades financieras de Brasil para realizar boyantes operaciones basadas en el cobro de intereses. En 1987, la deuda exterior del país se elevaba a 123 mil millones de dólares, y tres cuartas partes de todos los ingresos derivados de las exportaciones se hallaban embargados para el servicio de la deuda y el pago de los intereses. Estas deudas fueron el resultado de una política que, mediante la apelación al crédito estatal, pretendió forjar un capitalismo que se viera coronado por el éxito a nivel internacional. Brasil no se dejó desconcertar por el fracaso de estos esfuerzos; los cuales, contrario a lo que se ha dicho, no se vieron frustados a causa de una política errónea -que el crédito estatal constituye un medio para el crecimiento capitalista, lo demuestran a diario los esfuerzos político-económicos emprendidos por las naciones de éxito-, sino a causa de unos competidores que lo aventajaban en el mercado mundial. En vez de anular los negocios no rentables, cosa que hacía tiempo tenía que haber hecho, continuó asegurándolos mediante la reiterada apelación al crédito. De esta manera, el orgulloso proyecto de desarrollo nacional fue derivando más y más en una política de prevención continua de crisis; política que, por un lado, iba acumulando las deudas exteriores y, por otro, devaluaba la moneda nacional en proporciones astronómicas.[Nota 1]
A finales de los años ochenta, los acreedores internacionales
suspendieron, repentinamente, sus remesas de capitales
a causa
de las enormes dificultades de pago de su deudor, y se negaron a concederle a
éste más créditos. Cuando, después de esto, Brasil
volvió a interrumpir una vez más el pago de intereses y
amortizaciones y solicitó una moratoria de la deuda, las naciones
acreedoras pusieron punto final al tema de la superación de la
crisis del endeudamiento mundial
y colocaron en la agenda el rescate de
sus créditos. La alternativa de anular las deudas que Brasil ya no
estaba en condiciones de pagar, no entraba en consideración. En
convenios[Nota 2] que Brasil concertó con los
acreedores estatales del Club de París
entre 1990 y
1992 y, en 1994, con alrededor de 750 bancos comerciales, quedó
establecido el mantenimiento de las deudas y se transformaron los
títulos que se habían vuelto dudosos en empréstitos
garantizados políticamente (los llamados
Brady-Bonds
). Además, se logró convencer a los
bancos -mediante presión política- para que se mostraran
benevolentes
con Brasil y le concedieran prórrogas de plazos, reducciones de
intereses y la anulación de algunas de las obligaciones. Esta vino a
ser la primera condición para la transformación de Brasil en un
emerging market
: en virtud de esta garantía
política, los títulos de deudas acumuladas que habían
sido declaradas incobrables fueron puestos de nuevo en vigor como
títulos productores de intereses, conviertiéndose con ello en el
primer objeto negociable y, lo que siguen siendo también aún hoy
en día, en el objeto de mayor importancia de los mercados financieros
de Brasil.[Nota 3] Así fue como llegó Brasil
a las bolsas y a los títulos cuyas cotizaciones se registran en la
lista de los emerging markets
.[Nota 4]
La segunda condición de esta transformación la
constituyó el cambio político
por el que
optó Brasil tras los Acuerdos Brady. En contrapartida por la
reconversión de la deuda, el país sudamericano fue obligado
durante estas negociaciones -y, luego de un cierto tira y afloja, Brasil mismo
se comprometió a ello en aras de su solvencia- a hacer todo lo
necesario para conseguir estabilizar la montaña de deudas,. A
cambio de esto, el Gobierno brasileño prometió no solamente
retomar el pago de los intereses y amortizaciones, sino, además,
renovar a fondo su propia casa mediante una reducción del
déficit presupuestario
, la lucha contra la
inflación
, una política de estabilidad
,
privatizaciones
, reformas políticas
y
una apertura hacia la economía de mercado
bajo la
supervisión del FMI. Estos preceptos para una buena gestión
presupuestaria y político-económica al servicio del capital
financiero y de su provecho, supusieron en el caso de Brasil -donde el
crédito no sólo ha servido para poner en marcha la vida
comercial, sino para seguir manteniéndola en pie a pesar de los
notorios fracasos de esos esfuerzos- una fundamental ruptura con las
viejas visiones
, como suele expresarlo el presidente Cardoso. Brasil
tomó la decisión de corresponder a la demostrada dependencia de
sus acreedores y a los desastrosos efectos de su participación en el
mercado mundial y, por tanto, de no seguir malgastando el crédito
nacional e internacional para impulsar el -fracasado-
desarrollo
de una economía propia multisectorialmente
desarrollada y competitiva, arruinándose en el intento, sino, por el
contrario, acondicionar a la Nación para ponerla al servicio del
capital financiero internacional. No causa sorpresa que, en vista de esta
decisión, los inversores de capital descubrieran en los bonos Brady una
nueva posibilidad de inversión.
El que los especuladores hayan retribuido esta orientación
programática de la Nación hacia los intereses del capital
monetario no sólo con cierta Estos llamados euforía
, sino, ya
al poco tiempo de la concertación de los Acuerdos Brady, con masivos
flujos de capital dirigidos hacia Brasil, se debe a una comparación de
las posibilidades de inversión a nivel mundial, cuyo resultado se ha
descrito de la siguiente manera:
fundamentals
(el autor se refiere a
aquellos cambios de orden estructural y político
)
no son más que un factor, y tal vez ni siquiera el decisivo. Pues
sin la escasez de intereses y sin la falta de demanda de crédito
existentes en los países desarrollados, el rally de bonos de los
mercados emergentes no hubiera tenido lugar, o al menos no en tales
dimensiones.
Dado que el capital monetario que andaba a la búsqueda de
inversiones ya no conseguía reproducirse tan fácilmente en
otros, los habituales, mercados de capitales, se dejaron de lado todas las
dudas que se habían acumulado respecto al desarrollo futuro del
país y que habían sido aplicadas en su contra y, por medio de
inversiones de capital, se transformó a las bolsas brasileñas en
un emerging market
.
Por supuesto, también en el caso de Brasil los especuladores no
hacen otra cosa distinta de lo que siempre hacen. Sus agencias de
clasificación crediticia juzgan la credibilidad y solvencia del
país: las malas notas se tienen que pagar con intereses más
altos. Por lo demás, andan husmeando siempre todo tipo de datos sobre
el desarrollo económico y político intentando encontrar indicios
de cómo el mercado
-es decir, ellos mismos y sus
colegas- irá a evaluar en el futuro esos títulos especulativos.
El resto del día se lo pasan ocupados en hallar nuevas posibilidades de
inversiones en el país, en prospectar demandas de crédito con
las que se pueda hacer dinero, en llevar a cabo operaciones a término
basadas en el interés de asegurar los cambios y nuevas especulaciones
basadas en la especulación, hasta llegar a las últimas
operaciones de opciones y derivados.
No obstante, los especuladores saben diferenciar, en principio,
sus compromisos financieros en Brasil y en otros emerging
markets
de una inversión en Nueva York, Londres o Francfort;
si bien basándose para ello solamente en los dos únicos
criterios de que disponen los que se dedican a este oficio. Por un lado, una
inversión en Brasil -calculan ellos- ofrece oportunidades
especiales
; lo cual se puede ilustrar a través del alza de las
cotizaciones que han venido registrando hasta la fecha los títulos
negociados en Río o en Sao Paulo y a través del
considerable potencial alcista
que se espera que pueden llegar
a alcanzar estos mercados, pero que no puede ser explicado a través de
estos factores. Al fin y al cabo, tales oportunidades
surgen
sólo por el hecho de que todos creen en ellas y porque las crean
mediante la correspondiente demanda que hace subir las cotizaciones.[Nota 5] Por otro lado, se dice que las inversiones en Brasil y
en otros emerging markets
entrañan riesgos
especiales
y que poseen un carácter altamente
especulativo
; a pesar de que ni los empréstitos estatales ni
las acciones ni las operaciones de opción se convierten en
títulos más sólidos, pero tampoco en títulos
principalmente menos estables por el hecho de que hayan sido extendidos a
nombre de deudores brasileños. Además, juzgándolo con sus
propios criterios, los especuladores podrían sentirse más bien
en el lado seguro en lo que respecta a Brasil. Ellos mismos comentan, con
mucho respeto, que el Gobierno brasileño ha logrado disminuir los
déficit presupuestarios a más o menos un 4% del producto
nacional bruto y la inflación a alrededor de un 7 a un 8%, reduciendo
con ello estos índices a una medida que -según dicen-,
también en Europa es ya casi aceptable en los medios oficiales. E
incluso las minidevaluaciones
de la moneda nacional (llamada
real
desde julio de 1994) se sitúan -en su opinión-
absolutamente dentro del margen de fluctuación en que también
oscila una moneda como el marco alemán. ¿A qué se debe,
pues, este riesgo especial
?
La única característica diferente mencionada que se acerca a
la cuestión aludida, sin llegar a acertar del todo en explicarla, es la
referencia al volumen considerablemente limitado de estos mercados de
capitales
. Como éstos constan, en esencia, de tan sólo
un par de grandes fondos de inversión mobiliaria extranjeros, las
entradas o salidas de algunos inversionistas tienen inmediatamente por
resultado ganancias, o bien pérdidas en las cotizaciones del orden de
dos dígitos. De esto se da cuenta también el especulador; y
más no tiene que interesarle. Lo que él aquí nota es que,
en países como Brasil, el oficio que él ejerce carece de la base
de apoyo en un capital financiero que exista paralelamente a dicho oficio.[Nota 6] Los títulos emitidos en marcos alemanes o en
dólares están considerados como una inversión
comparativamente segura ya por el hecho de que esas monedas gozan
también de gran aprecio independientemente de las actividades de
especulación. Se las utiliza para hacer negocios de todo tipo alrededor
del mundo y para la creación de fondos de reserva
privados y estatales, es decir que gozan de gran demanda. Son monedas
mundiales, en las que se realiza y queda materialmente fijada la riqueza
abstracta y su acrecentamiento. Además, la especulación sobre
valores emitidos en marcos alemanes o en dólares cuenta con un
fundamento adicional en la acumulación fictiva de esos países,
acumulación que resulta del aumento de la riqueza abstracta que tiene
lugar allí y que exige y obtiene beneficios de ello, sin llegar a tomar
parte en todos los altibajos especulativos. En Brasil la situación es
distinta. Al poner la mirada sobre estos mercados, los especuladores registran
que en estos parqués apenas aparecen en escena otros participantes y
que, fuera de su propio interés especulativo, no existe ninguna otra
demanda de moneda brasileña que revista importancia a escala
internacional. Los títulos de estos mercados de capitales y el
interés en ellos, sólo se originan a raíz de las
inversiones del capital monetario extranjero. Los emerging
markets
son el producto de un capital monetario internacional
excedente que se ha venido acumulando a través de decenios y que no
puede seguir incrementándose por medio del aprovechamiento de las
necesidades crediticias de los Estados y las empresas, pero que tiene
que seguir incrementándose y que, por ello, se crea a sí
mismo las oportunidades comerciales que tanto lo fascinan
.[Nota 7]
A pesar de que el capital monetario que se coloca en los emerging
markets
no resulta, ni en lo más mínimo, de la
producción de una riqueza abstracta realizada en esos países,
éste, no obstante sí reclama un derecho al respecto.
Apenas han sido elevados esos países a la categoría de nuevas
esferas de inversión, se ven también obligados a responder de
los intereses del mundo de las finanzas internacionales. Países como
Brasil, cuya vida económica en su conjunto ha revelado ser,
precisamente debido a la decisión de no concederles más
créditos internacionales, tan sólo un negocio fraudulento y
fracasado -fracaso medido de acuerdo con la norma de: producción de
ganancias capaz de competir en todo el mundo-, no sólo tienen que pagar
intereses y amortizar puntualmente los créditos que han tomado, sino
justificar también, mediante las correspondientes tasas de
crecimiento
y la estabilidad financiera
, la
especulación que se ha acumulado con vistas a beneficios futuros. Todo
el potencial de esos países ha sido embargado para rendirle servicio al
capital financiero. Que esta medida sea suficiente para asegurar tal objetivo,
es algo de lo que, también en el caso de Brasil, se viene dudando cada
vez más.
De ello da testimonio un reparo que, a la hora de comparar cuidadosamente
las posibilidades de inversión, suele formularse en contra de Brasil,
aun cuando, de primera intención, dicho reparo parece prestarse
más bien para fundamentar una cierta igualdad: el seguir siendo
todavía dependiente del flujo de capitales
es algo que, con
igual razón, se podría decir asimismo de naciones como Alemania
o EE UU, que recurren a la liquidez internacional incluso en mayor medida que
Brasil para colocar sus deudas. También en el caso de Brasil estos
flujos de capitales están considerados, de una parte, como una
prueba de confianza
. Sin embargo, solamente en el caso de
Brasil y de otros emerging markets
es calificada tan
persistentemente la utilización de los mercados financieros
por los Estados de dichos países de situación de
dependencia
de estos Estados. Pero, desde luego, entre los
círculos de especuladores se oye mencionar menos la razón de
estos apuros
: mientras que Alemania o EE UU se endeudan en su
propia moneda, es decir, se proveen de solvencia imprimiendo sus propias
promesas de pago en forma de dinero efectivo o de títulos de deuda,
poniéndolas en circulación y amortizándolas a
través de nuevas promesas de pago, Brasil está forzada a
endeudarse en una moneda extranjera, moneda sobre la que no posee ninguna
soberanía, sino que tiene que ganársela. El hecho de
que ya no sea más capaz de hacerlo, ha sido el punto de arranque del
cambio político
cuyo comienzo Brasil anunció a
vuelo de campanas en 1994: y éste es el problema al que Brasil -a
pesar, o bien debido a sus esfuerzos de consolidación
económica
- se ve enfrentado de manera cada vez más
apremiante.
Como resultado de los treinta años de esfuerzos en pro del
desarrollo
, la moneda brasileña había perdido su
función para el mundo de los negocios y, con ello, para el Estado.
Había quedado reducida a servir de etapa intermediaria para la fuga
hacia la riqueza que verdaderamente vale: la riqueza en dólares. La
nación se veía cada vez más obligada a pagar esta
situación asumiendo la consecuencia de que sus títulos de deuda
o bien ya no eran aceptados de ninguna manera o ello tan sólo a cambio
de la garantía de devolución en cualquier momento y a intereses
exorbitantes; por último, a más o menos un 1,8% por día
(overnight market
). El Gobierno tuvo en cuenta este resultado
resolviendo llevar a cabo un cambio político fundamental. De acuerdo
con esta resolución, el país no debería utilizar ni
malgastar más su crédito y el crédito extranjero para la
fundación y el mantenimiento de empresas nacionales, sino someter, en
adelante, su política presupuestaria y económica al dogma de una
moneda estable que sostuviera mejor la comparación con el
dólar y con las otras monedas que en realidad cuentan, una moneda que
no se devaluara continuamente, sino que fuera utilizada en las transacciones
internacionales y apreciada en el mundo entero, y que, de esta manera, hiciera
solvente al Estado por su propia fuerza.
En julio de 1994, el Gobierno brasileño aprobó, bajo el
título de Plano Real
, el plan de saneamiento que
hacía tiempo debería haber adoptado; plan que el entonces
ministro de Finanzas y hoy en día presidente, Rudolfo Cardoso,
prometió[Nota 8] poner en práctica de manera
más consecuente que Collor de Mello e Itamar Franco, sus antecesores en
el cargo. La primera medida fue -una vez más- la puesta en marcha de
una reforma monetaria. Con ello, Brasil admitía que el
crédito que el Estado había puesto en circulación y con
el cual se había mantenido en pie la ficción de una vida
comercial floreciente, se había vuelto inservible, debido a eso, para
su función como baremo fiable y calculable de la riqueza social y del
crecimiento de la misma. Claro que ninguno de estos documentos crediticios sin
valor -ni los empréstitos del Estado ni los depósitos bancarios
ni los billetes de banco- fue simplemente anulado, o retirado de
circulación sin reemplazo. Los importes monetarios pagaderos en
cruzeiros fueron más bien convertidos en la nueva moneda -que llevaba
el prometedor nombre de real
-, o bien cambiados por ella
en una
relación de 2.750 : 1, relación que correspondía
aproximadamente al tipo de cambio del cruzeiro frente al dólar en aquel
entonces.
El hecho de que una reforma monetaria -sobre todo una que a cada importe en
cruzeiro tan sólo le recorta un par de ceros- no convierta, ni con
mucho, una moneda nacional que se ha vuelto inservible en un medio apreciado
para los negocios, y mucho menos en un medio que se utilice a nivel
internacional, le era conocido justamente al Estado brasileño a
través de su propia experiencia. A diferencia de las 6 reformas
monetarias llevadas a cabo desde 1986, las cuales redundaron, todas sin
excepción, en una nueva hiperinflación
, esta vez
el Gobierno se proponía tomarse en serio la política de
estabilidad
, y ello, en primer lugar, a través de la
vinculación del real con el dólar en relación de 1 : 1;
vinculación que Brasil se comprometió a defender
incondicionalmente[Nota 9]. La solvencia de Brasil
estribaba desde hacía mucho tiempo en los créditos en
dólares; el dólar constituía, desde hacía
algún tiempo, la moneda paralela
del país, en la
que cualquiera que podía cambiaba las ganancias obtenidas en cruzeiros
para asegurar el resultado de su enriquecimiento contra el decaimiento del
medio comercial brasileño, que se hallaba afectado por la
inflación. Se esperaba que, en virtud del reconocimiento de esta
dependencia, el real volviera a ser, de motu proprio, una moneda convertible.
De esta manera, la cuestión de si Brasil podría defender con
éxito, desde un punto de vista político-monetario, la paridad
fijada y en qué medida lograría hacerlo, se
convirtió en el baremo del éxito de todos los
esfuerzos en pro de la consolidación, y ello no solamente para
el Banco Central, sino aun más para todos los críticos y
usufructuarios de la solvencia brasileña en el extranjero.[Nota 10]
El medio para defender esta equiparación política del real
con el dólar fue el caudal de divisas, que, por valor de 40 mil
millones de marcos, le fue concedido a Brasil durante el transcurso de los
acuerdos sobre la reconversión de la deuda. Se suponía que la
demostrada capacidad de efectuar en todo momento pagos en dinero verdadero
evitara las acometidas especulativas contra la paridad, haciendo así
innecesaria la entrega de las reservas. Mientras que en las naciones coronadas
por el éxito desde el punto de vista capitalista, estas reservas no son
más que el producto residual resultante de una economía exterior
productiva, Brasil, en cambio, viene luchando desde 1994 por
atraer moneda extranjera mediante el pago de altos intereses por
empréstitos en dólares, mediante la venta de empresas del Estado
y mediante la apertura a las inversiones directas del extranjero; pero esto no
precisamente para ampliar su presupuesto, sino, en realidad, para constituir
una reserva de divisas que responda de la convertibilidad del real. El hecho
de que un tesoro de divisas que no cuenta con un capital nacional que, como
resultado de sus operaciones comerciales en todo el mundo, atraiga
continuamente moneda extranjera al país, se vea sometido de manera
fundamental al flujo de capitales especulativos
[Nota 11], era algo que el Gobierno comprendía muy
bien. El primer semestre, tras la introducción del Plano Real, las
cuentas salieron en gran medida según lo planeado gracias al flujo de
capital inversionista. Cuando los especuladores, sólo en el mes de
diciembre de 1994, durante la crisis de México, retiraron ese capital
invertido a corto plazo, que ascendía a una cuantía de 700
millones de dólares -simultáneamente había aparecido en
la balanza comercial de ese mes un déficit de 500 millones de
dólares y para el mes siguiente no se divisaba ninguna mejora de la
situación del comercio exterior-, se puso en duda la paridad que
políticamente se había asegurado se mantendría con el
dólar, y el Banco Central se vio forzado a emplear, realmente, 1.700
millones de dólares de sus reservas para intervenciones en el
mercado de divisas
. Pero con este recurso a las reservas quedaba
afectado, de inmediato, este requisito de la convertibilidad. Por esta
razón, Brasil tuvo que corresponder al fallo de los mercados y devaluar
su moneda[Nota 12]; tres veces hasta la fecha,
por lo que se refiere a las bandas de fluctuación fijadas. En todo
caso, hasta ahora los mercados
no han tomado muy a mal estas
devaluaciones.
Brasil se proponía esta vez abordar en serio la
política de estabilidad
, emprendiendo, además, una
consecuente lucha antiinflacionaria
. A este fin, estaba
planeado, en primer lugar, restringir estrictamente el endeudamiento del
Estado y reducir de manera masiva los déficit del sector
público; ello no solamente para impresionar a los mercados de capitales
a corto plazo mediante la economía en los gastos y para mantener a raya
las tasas de aumento del endeudamiento público, es decir, para
mantenerse abierta la posibilidad de intervenir en los mercados de capitales a
largo plazo, sino también para ahorrarse efectivamente una demanda
adicional de créditos en dólares, que estaban previstos para
volver a llenar las reservas de divisas. Dependiendo de la situación
del presupuesto, para el cual se había acordado, junto con el FMI,
establecer un objetivo deficitario del 3% del producto nacional bruto, van
siendo eliminadas paso a paso, o bien en dramáticas acciones de
consolidación
, las subvenciones, las contratas públicas
y, en particular, las prestaciones sociales; a los empleados públicos
se los despide en masa[Nota 13]; se intensifica la
recaudación fiscal y se suben los impuestos dondequiera que sea
posible. En segundo lugar, Brasil determinó impedir que el
crédito circulante continuara extendiéndose, llevando a
cabo a este efecto una limitación controlada del mismo. Ya
durante la reforma monetaria, Brasil se había comprometido a observar
límites estrictos respecto a la provisión de
dinero
: según lo estipulado, hasta marzo de 1995 se
emitirían solamente 9.500 millones de reales en efectivo; el Estado se
imponía la prohibición de poner en marcha, al igual que antes,
la prensa de billetes bancarios para financiar la compra de títulos de
deuda del Estado; la facilitación de crédito por parte de los
bancos quedó estrictamente limitada, y las obligaciones públicas
en posesión de los bancos fueron transformadas en participaciones en
empresas estatales privatizadas[Nota 14]. Cuando los
exportadores brasileños se quejaron masivamente de la
sobrevaloración del real
frente al dólar (1,16 :
1) -en fin de cuentas, al refluir al país, sus capitales quedaban
devaluados en nada menos que en un 15% a consecuencia de este cambio-
; cuando, por primera vez desde diciembre de 1994, tuvo que hacerse de nuevo
un balance de los déficit de la balanza comercial, quedando con ello
agotada -amén de las entradas de capital especulativo- otra de las
fuentes de ingreso de dólares, el Gobierno tomó la medida de
devaluar el real; pero dando a entender, claramente, que insistía en
mantener la estabilidad del valor monetario y que estaba dispuesto a
sacrificar por ello más de un negocio real. A saber, en contrapartida a
la devaluación, elevó los intereses a un nivel
internacional puntero
de efectivamente un 30%. Con restricciones
crediticias e intereses que se mantienen a un nivel también alto
mediante las correspondientes tasas de refinanciamiento y mediante condiciones
severas respecto a las reservas legales mínimas, el Gobierno viene
tratando -desde la introducción del Plano Real
- el
fracaso que resulta de la utilización del crédito para fines
comerciales como una cuestión que tiene que ver con la facilidad de
acceso al mismo, acceso al que él pone trabas por todos los medios
posibles. Estimula a los bancos, a través de convenientes ofertas
relativas a los intereses, a no utilizar sus depósitos ni otros medios
de liquidez para otorgar más créditos, sino que los
esterilicen
comprándole obligaciones del Estado.
Con todas estas medidas, el Gobierno brasileño no sólo
encarece el crédito, sino que aisla a sectores completos de su
economía del medio comercial necesario para los negocios; necesario
porque estos sectores sólo existen, a fin de cuentas, merced a los
créditos y subvenciones estatales que fluyen copiosamente. El Gobierno
no solamente acepta las quiebras de empresas y los despidos en masa como
consecuencia de su política de estabilización, sino que
él mismo lleva a cabo tales medidas. Bajo el título de
apertura a la economía de mercado
, se critica
prácticamente a sí mismo por haber entorpecido el desarrollo de
una vida comercial próspera mediante la concesión de
subvenciones a ramos completos de la industria, mediante el proteccionismo
arancelario frente a la competencia extranjera y mediante el dirigismo estatal
en la creación y desarrollo de industrias básicas. Esta
crítica va dirigida a todas las técnicas políticas con
las que se persistió en que la participación de Brasil en el
mercado mundial debía desembocar en el desarrollo de una
economía nacional propia y competitiva. Ese objetivo es considerado
ahora como un falso ideal y como un obstáculo para el logro de la
eficacia capitalista. Ahora, el motor del desarrollo nacional no ha de ser
más la subvención de la economía con créditos
estatales, sino la reducción de la vida económica nacional a
negocios que se vean coronados por el éxito a escala mundial y que
logren sostener la comparación con la competencia. Se espera que el
desmantelamiento de las barreras aduaneras, el otorgamiento de facilidades
para la importación y la promoción de las exportaciones han de
forzar la producción de esta rentabilidad; el intento de
corresponder a esta norma apelando al crédito nacional había
fracasado, arruinando en consecuencia el crédito. No causa sorpresa,
pues, que los empresarios brasileños, los cuales hasta ese momento
habían podido contar con el Estado como instrumento para sus
negocios, se sientan ahora vendidos y traicionados y participen masivamente en
manifestaciones de protesta.
Los efectos de esta política, que sacrifica la riqueza acumulada a
cambio de la utilidad del patrón de valor nacional, se pueden apreciar
no solamente en la ola de insolvencias que se registra entre las
empresas medianas y pequeñas
y en los consecuentes despidos,
sino también en la crisis bancaria que desde octubre de 1994,
es decir, tres meses después de la puesta en vigor del Plano Real,
viene afectando a cada vez más amplios sectores.[Nota
15] Los bancos estatales y semiestatales eran las agencias
intermediarias para la tramitación de créditos y subvenciones
del Estado con los que se había desarrollado
y
mantenido a sectores enteros de la economía. Con la resolución
de consolidar los presupuestos, esas deudas fueron declaradas de cobro dudoso.
Al cabo de tres meses de la entrada en vigor del Plano Real, los bancos
centrales regionales de los Estados federados de Sao Paulo y de Río de
Janeiro (Banespa y Banerj) habían quedado insolventes.[Nota 16] El Gobierno Federal sometió estos bancos
centrales regionales a la supervisión del Banco Nacional: se
compró el consentimiento de los gobernadores a una resuelta
política de consolidación
ofreciéndoles a cambio
asumir las deudas de los bancos centrales regionales, deudas que él de
todas formas no quería dejar que quedaran impagadas. El abandono de las
viejas prácticas crediticias afectó también a los
bancos comerciales y a los créditos que éstos
habían otorgado a empresas que, hasta ese momento, habían sido
tratadas como proyectos modelo del programa de industrialización de
Brasil y a las que se había dotado de cuantiosas subvenciones. La
segunda razón para la crisis de los bancos privados reside en el
descalabro de los créditos concedidos a empresas no aseguradas
estatalmente y a consumidores (créditos para fines de consumo),
créditos que los bancos habían denegado antes a causa de la
hiperinflación
, pero que ellos, tras la puesta en
marcha del Plano Real, habían extendido considerablemente. Los efectos
de la política estatal de economización -el continuo
encarecimiento de estos créditos, el estrechamiento de la solvencia de
la sociedad, las consecuencias ruinosas para la economía: quiebras,
despidos en masa, etc.- tuvieron por resultado que dichos créditos se
convirtieran, en gran medida, en créditos de cobro dudoso.[Nota 17] El saneamiento de estos cuellos de botella de
la liquidez
le ha a costado al Estado brasileño -solamente
hasta mediados de 1996- poco menos de 20 mil millones de dólares.
Entretanto, los especuladores discuten sobre la crisis
bancaria
de Brasil y de otros emerging markets
refiriéndose a ella en términos de flanco
abierto
y carga pesada para los presupuestos del
Estado
, crisis que está socavando
la
estabilización económica
de estos países.
A través de un repentino éxito competitivo de las empresas
brasileñas a nivel mundial -las cuales durante decenios estuvieron
protegidas justamente contra las consecuencias de esta comparación que
establece el mercado mundial- no es posible, pues, encontrar una
explicación para las sensacionales tasas de crecimiento
de Brasil. Aun cuando en la lista de estas empresas de Brasil se halle alguna
que otra joya
, tal como la Companhia Vale do Rio Doce, que
todavía es patrimonio del Estado y que juega un papel dominante
en los mercados internacionales de mineral de hierro
, este
envidiable crecimiento económico
es, por el contrario,
resultado de la inversión productiva de capital extranjero.
Después de que al principio había salido de sus empresas vendiéndoselas preferentemente, a precio ruinoso, a sus bancos, el Estado brasileño le fue apostando cada vez más, debido a su dependencia de los flujos de dólares, a la venta de las empresas estatales -y éstas vienen a ser, en primer lugar, casi todas las grandes empresas del país- a posibles compradores extranjeros, con el fin de atraer así al país capitales que ya hubieran demostrado su éxito a una escala mundial. Por medio de regalos fiscales, de medidas favorables a las importaciones y de protección arancelaria especial, se pretende seducir al capital extranjero para que realice inversiones directas que no valgan únicamente como un aporte a las reservas de divisas, sino como un paso decisivo hacia el establecimiento de una economía verdaderamente próspera. Aun cuando algunos de estos proyectos de privatización hayan sido congelados porque no se encuentran inversores interesados en ellos y el volumen de inversiones directas va siempre a la zaga de las expectativas, los capitales extranjeros sí han sabido aprovechar las ofertas de Brasil. Aproximadamente una tercera parte de la producción industrial de Brasil la llevan a cabo empresas extranjeras; entre ellas, un buen número de consorcios alemanes que se han llevado también con ellos a sus proveedores para aprovechar los bajos costes de producción y/o para irse armando con miras a la conquista de nuevas cuotas de mercado en Sudamérica, en Norteamérica o, directamente, en el mercado internacional.
El que estos capitales extranjeros obtengan ganancias y registren
saldos positivos en los sectores en que las empresas estatales sólo han
ido acumulando pérdidas sobre pérdidas, se debe al hecho de que
en el caso de estas inversiones se trata de capital que ha sido acumulado
con éxito. Estas inversiones tienen crédito[Nota 18] y no se encuentran luchando contra una competencia
ya establecida en el mercado mundial, sino que son sujetos que han tenido
éxito en esa esfera, que emprenden sus operaciones disponiendo de
auténtico dinero (dinero mundialmente utilizable, como el dólar,
el yen y el marco alemán) y de la correspondiente magnitud de capital y
que, cuando consideran que ello vale la pena, incluyen nuevos emplazamientos
en sus cálculos de proyección mundial. La compra barata de
empresas que antes pertenecían al Estado, es decir la
desvaloración de las mismas, representa para ellos, pues, un medio para
la realización de tasas de ganancia extraordinarias, puesto que los
beneficios que obtienen de tales operaciones los miden en relación a un
adelanto bajo. A diferencia de sus antecesores estatales, los inversionistas
extranjeros se encuentran en condiciones de poder recurrir, en cada una de las
fases de la circulación del capital, a los resultados de una
acumulación exitosa. Poseen capital para invertir en tecnologías
de explotación de materias primas, o bien en tecnologías de
producción más eficientes; cosa que los anteriores operadores
estatales ya no podían darse más el lujo de hacer debido a sus
apuros con el endeudamiento. Las consideraciones nacionalistas que, conforme
al cometido nacional de desarrollo, solían tener las empresas
brasileñas, ellos las han reorientado y producen solamente aquello que
encaje dentro de sus cálculos respecto al mercado mundial y de la
manera que se ajuste a dichos cálculos. Poseen -así se lo llama
a eso hoy en día- know-how
y cualidad
gerencial
: productos en los que ya están pagados los costes
necesarios para el desarrollo de una producción rentable; canales de
distribución en todo el mundo, vale decir, exitosas inversiones en el
aceleramiento de la circulación de estos productos; métodos de
probada eficacia para economizar gastos necesarios de supervisión y
administración; etc.[Nota 19]
Si bien este crecimiento da alas a los cotizaciones de las bolsas, no
alcanza ni con mucho para liberar al Estado de su dependencia de los
flujos de capitales especulativos
. No solamente porque
éste se ve obligado a restringir drásticamente su
participación en esos éxitos privados a fin de atraer capital al
país, sino además porque, en primer lugar, de la
inversión de capital en determinadas esferas (automóviles y
proveedores, minería, electrónica) no resulta ninguna
acumulación universal que logre tener éxito en los mercados
internacionales: es cierto que alrededor de estos emplazamientos de
producción, distribuidos de forma aislada por el país, se
origina solvencia y se crean comercios adicionales que la aprovechan, pero
otras regiones quedan arruinadas para siempre. En segundo lugar, esta animosa
actividad productiva acarrea de inmediato mayores importaciones (equipos,
productos semielaborados, etc.), las cuales, entre otros factores, han
contribuido a transformar el tradicional
superávit de
la balanza comercial en un déficit. En tercer lugar, los dólares
obtenidos en las operaciones de exportación -una demanda de real no
llega a surgir, de todas formas, en estas operaciones- son incluidos, es
cierto, en las cifras de la balanza de comercio exterior de Brasil, pero van a
parar más bien a la caja de los consorcios internacionales que a las
reservas de divisas del Estado; al fin y al cabo, la libre transferencia de
beneficios está expresamente garantizada. En cuarto lugar, las cifras
de crecimiento han ido cediendo entretanto, debido a que también para
el capital extranjero invertido en la producción del país se
están aboliendo las vallas proteccionistas del Estado
,
y porque también en los mercados de futuro llega a quedar invertido en
algún momento suficiente capital, el cual, en su lucha competitiva por
la solvencia -que se ha visto contraída adicionalmente por la
política de consolidación del Gobierno- acaba echándose a
sí mismo encima el problema de la caída de la tasa de
ganancias.[Nota 20]
Estas inversiones directas
valen la pena para los
capitalistas extranjeros que tienen en cuenta a Brasil, como emplazamiento
financiero, en las decisiones que toman respecto a las inversiones que llevan
a cabo en todo el mundo. A pesar de todas las restricciones, estas inversiones
le irán a traer también al Estado brasileño una buena
cantidad de ingresos en forma de impuestos y de dólares, y están
consideradas entre los especuladores como prueba de la nueva confianza
que se le brinda a Brasil
.[Nota 21] Con la
construcción de una próspera economía nacional
capitalista que logre imponerse, en un amplio margen, a la competencia ya
establecida en el mercado mundial, que reporte más dólares de
los que ya de entrada están embargados para el pago de intereses a los
inversionistas de dinero, y que, de esta manera, llegue incluso a hacer del
real brasileño una moneda comercialmente utilizada y solicitada que le
ofrezca al Estado nuevas libertades de endeudamiento, con tales objetivos no
tiene nada que ver la apertura del país y la subordinación del
mismo a las necesidades del capital productivo o capital ficticio invertido en
dólares o marcos alemanes. Aún más: los resultados de una
política de consolidación
trienal (la
vertiginosa rapidez con que va aumentando nuevamente el endeudamiento
público, la crisis bancaria, el estado de las reservas de divisas,
etc.) demuestran que el provecho del capital financiero se halla en
contradicción con los cálculos de una nación cuando
ésta no alberga en su territorio ningún capital propio que haya
tenido éxito a nivel internacional. Por eso, los esfuerzos a
través de los cuales Brasil pretende llegar a convertirse en una esfera
de inversiones segura, no alteran en nada su dependencia del capital
extranjero, y por ello no amplían la solvencia de la nación,
sino que la fuerzan a ir reduciendo cada vez más su soberanía a
los medios que el capital financiero -conforme a sus puntos de vista-
considera
que son lucrativos. Y ni siquiera eso, llegar a ganarse la eterna
confianza de los especuladores, es algo que emerging markets
tales como Brasil tengan en sus propias manos; ni aun cuando subordinan su
territorio y su gente al provecho de los inversionistas. Después de
todo, el interés de los capitalistas financieros en un país como
Brasil depende de la comparación de las esferas de inversión y
de la solidez de las garantías crediticias que la política
concede a los Estados emergentes
.[Nota 22]
Si bien los esfuerzos de Brasil por consolidar sus presupuestos, disminuir
la deuda pública, limitar la inflación y mantener estable el
tipo de cambio, han acarreado entretanto buenos resultados -los cuales no
necesariamente tienen por qué temer una comparación con los
resultados de esfuerzos similares que vienen emprendiendo los políticos
alemanes-, en opinión de los especuladores, ello no basta para liberar
a las inversiones hechas en Brasil del riesgo especialmente
grande
al que se ven expuestas. Los especuladores acogen con
satisfacción la política neoliberal
, ya que
sirve a sus intereses; no obstante, consideran que la política
de presupuestos
sigue siendo todavía demasiado
desganada
y que la apertura
todavía
no es lo suficientemente consecuente
. Según ellos,
Brasil, en su propio interés, tiene que acabar de acercar el
endeudamiento público a cero y de eliminar definitivamente de su
política todo lo que de alguna manera suene a preocupación por
el bienestar de la población, abrir aún más el
país, privatizar las últimas empresas que están en manos
del Estado, etc. Aunque sus propios reparos hacen sospechar que, para cumplir
con el criterio de ser una esfera de inversiones segura, al país le
hace falta algo muy diferente a una política que tan sólo tiene
que ser llevada adelante de forma cada vez más consecuente, los
especuladores infieren, en razón inversa, de sus a
preocupaciones de vuelta a la política y animan a los brasileños
a emprender nuevas acciones. Insisten, pues, en la validez incondicional de
sus intereses y exigen de Brasil que sea, incondicionalmente, eso que de hecho
es: esfera de inversiones para capitales financieros excedentarios, y que lo
sea de manera más consecuente aún. No en balde los invade la
duda de si Brasil querrá ser eso o no. Ellos ven la nación misma
como el mayor peligro para sus inversiones, y, cada vez que hay un cambio de
ministros, o bien cada vez que se celebran elecciones, se preguntan,
intranquilos, cuán firmes serán en realidad todavía la
voluntad política de reforma
y la
disposición de la política brasileña a continuar
abriendo el país a la economía de mercado libre
, o si
acaso no existe la amenaza de un cambio de rumbo
. Parten,
pues, de que Brasil soportará cada vez menos su sometimiento a los
intereses de una masa monetaria que anda vagando por el mundo. Por eso
advierten, preocupados, que justo este sometimiento no es algo que resulte de
la razón inherente a la economía de mercado libre, y menos
aún a presiones que ejercen las circunstancias objetivas, sino que se
trata de una decisión política que, en principio, un
Estado también puede llegar a tomar alguna vez en sentido contrario y
que, en el caso de Brasil durante la época del proteccionismo,
éste ya una vez la tomó en el sentido contrario. Pero de todos
modos, el Gobierno brasileño ha ido acompañando sus
declaraciones de fe en la política neoliberal de bastantes acciones que
tienen la virtud de hacer extremadamente costoso cualquier retorno a los
viejos ideales desarrollistas de la nación: el crédito del que
actualmente goza lo perdería de la noche a la mañana. Y, a
saber, también el crédito político que las potencias
preponderantes del mundo capitalista le conceden a su socio comercial en vista
de la disposición de éste a adaptarse a las circunstancias.
Eso es, pues, el milagro brasileño
: a un país
se le permite la especulación y se lo somete, para bien o para mal, a
una dependencia de la misma. Todo capitalista que disponga de dinero en moneda
fuerte queda cordialmente invitado a invertir y a ganar dinero. La
nueva miseria de Latinoamérica
puede entonces ser
comentada y analizada en artículos de fondo de matiz social. Pero
también esto forma parte del cinismo absolutamente normal del dinero...
1. Cf. Brasil
en: El Imperialismo, Karl Held y Emilio
Muñoz (Editorial MHB, Múnich, 1981).
2. ... los acuerdos sobre la reconversión de la deuda dan a
los
bancos acreedores la posibilidad de elegir entre seis nuevos
empréstitos y obligaciones del Estado brasileño que son
totalmente diferentes en punto a calidad, rédito y vencimiento. Todos
los créditos bancarios concedidos hasta la fecha, que se elevan a un
total de 44 mil millones de dólares, serán sustituidos por los
nuevos papeles (los Brady-Bonds). Al efecto, los institutos acreedores
podrán conformarse, por ejemplo, con un 65% de sus créditos,
recibiendo a cambio empréstitos brasileños a treinta años
de vencimiento asegurados a través de empréstitos del Gobierno
de EE UU, que pagarán los tipos de interés del mercado. En
total, se espera que se pongan a disposición 3.200 millones de
dólares como fondos de garantía para la reconversión; los
cuales provienen, mitad y mitad, una parte de Brasil y la otra del Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo, correspondientemente. El objetivo principal de esta acción
consiste en posibilitarle a Brasil la reanudación del pago de los
intereses y amortizaciones. Brasil tiene la intención de reanudar los
pagos de los intereses para 1991 y 1992 primeramente con un 30 y, más
tarde, con un 50% de sus obligaciones financieras, hasta que el 95% de los
bancos se hayan declarado en conformidad con los convenios sobre la
reconversión de la deuda.
(Süddeutsche Zeitung, 11-7-
92)
3. Los acuerdos sobre la deuda les facilitaron a los inversores
extranjeros la entrada en los emerging markets latinoamericanos. Las deudas
bancarias acumuladas no sólo fueron recortadas, no sólo les fue
extendido el plazo de vencimiento, sino que también fueron confirmadas
por escrito a través de mejores garantías, de manera que se
convirtieron en títulos de renta fija fácilmente
negociables.
(Handelsblatt, 19-4-94)
4. Los Brady-Bonds constituyen un medio de endeudamiento permanente para
muchos
otros emerging markets
: Es de suponer que la
emisión de los llamados Brady-Bonds por parte de los países en
vía de desarrollo y de los emerging markets aumente cada vez más
en el futuro, a fin de contribuir al desendeudamiento de los respectivos
Estados. Sobre todo en Europa Oriental -pronostican los analistas del DG Bank-
incrementarán los volúmenes de intercambio en el
futuro.
(Börsen-Zeitung, 8-1-97)
5. Puede muy bien ser que las inesperadas
y hasta
sensacionales tasas de crecimiento
de Brasil determinen la
decisión de invertir en países desarrollados
o
en emerging markets
, o bien en algunos de éstos en
particular, pero no llegan a explicar el carácter especial de la
especulación en que los inversores tienen puestos sus ojos. En primer
lugar, la apreciación de un mercado como emerging market
es
válida también para países como Turquía y
Tailandia, que se ven obligados a soportar considerables problemas
económicos y hasta sensibles bajones en su PNB, y a pesar de ello
poseen bolsas que viven actualmente un boom económico. Y, en segundo
lugar, precisamente los inversores tienen algunas críticas que hacer
incluso al crecimiento brasileño: alegan que éste no basta
todavía para resolver los problemas del endeudamiento, que no tiene un
fundamento sólido, etc. Y sobre todo: que existen riesgos
especiales
para las inversiones en Brasil, riesgos que tampoco quedan
eliminados mediante un crecimiento envidiable
.
6. El círculo de objetos negociables en las bolsas brasileñas
se ha
ampliado: a los Brady-Bonds se han venido a añadir otros
empréstitos estatales extendidos en dólar, marco alemán o
yen; acciones de empresas del Estado privatizadas; préstamos de
empresas brasileñas; opciones, etc.. Informaciones según las
cuales se ha ampliado la base de los inversionistas en assets que
operan en los emerging markets
confirman que el círculo de los
participantes en estas bolsas es, al igual que antes, limitado. Hace
poco más de dos años que tan sólo unas cuantas de las
firmas de inversión mobiliaria más importantes se habían
comprometido en el mercado dominante de los bonos Brady. Junto con un
pequeño número de grandes sociedades mobiliarias de
público y de Fondos Hedge provenientes de EE UU (fondos para
operaciones de aseguración del cambio), así como también
junto con inversores locales cuya capitalización era floja,
constituyó esto una perfecta receta para el desastre que entonces
sobrevino (el tequila-shock).
(Börsen-Zeitung, 18-12-
96)
7. Otra forma en que transcurre este dulce tormento, la representan las
operaciones de derivados. Este fruto de la plétora
financiera
moderna encuentra su explicación en el
número 2-95 de GegenStandpunkt
, Revista Política
Trimensual, Múnich 1995.
8. El Plan Collor, de la primavera de 1990, preveía, para un período de 18 meses, una congelación prácticamente total de todas las cuentas, privadas y comerciales; una reducción radical del gasto público; una anulación de las subvenciones; una reducción de las tarifas arancelarias y amplias medidas de privatización. Estas medidas tuvieron como resultado, a corto plazo, un considerable bajón en la vida comercial, y fueron revocadas de nuevo con relativa rapidez. La circulación de efectivo ascendió, en término de dos años, en un 50.000% y los empréstitos bancarios al Gobierno, en un 75.000%; la tasa de inflación volvió a situarse, poco tiempo después, en torno al 5.000%; los proyectos de privatización quedaron, en lo esencial, anulados; sobre todo porque todas las reformas constitucionales necesarias para su realización fracasaron sin excepción en el Parlamento.
9. El cambio del real en dólar quedó fijado en proporción de 1:1, pero de manera muy restringida. Esta transacción fue permitida sin ningún tipo de restricciones únicamente para las transferencias de los beneficios de las filiales brasileñas a sus centrales en el extranjero. En este caso, sí estaba garantizada la paridad entre el real y el dólar; es decir, quedaba excluida la posibilidad de una pérdida en el cambio. Para el caso contrario, el de transacciones autorizadas (el cambio en real de los dólares que entraban en el país en forma de flujos especulativos, de ingresos derivados de las exportaciones y de utilización de créditos por parte de las empresas)el Gobierno fijó un margen que fluctuaba entre 0,82 y 0,86 de real por dólar. Es decir, partió de que les presentaba a los inversores internacionales ofertas atractivas (títulos garantizados, intereses altos, etc.), y decidió sacar provecho de los flujos de capital que esperaba afluyeran al país vendiendo los títulos brasileños extendidos en real a un precio relativamente alto.
10. Para los inversionistas extranjeros, el tipo de cambio del real
es
decisivo no solamente para el valor en dólares de sus operaciones en
Brasil: es también un indicio importante de la habilidad y la
constancia con que el Gobierno persigue su política de
reformas.
(Börsen-Zeitung, 9-2-96)
11. La reserva de divisas está compuesta solamente en apenas una
cuarta
parte de oro y dólares. El resto lo constituyen las llamadas
inversiones de cartera
; en particular, empréstitos del Estado
brasileño en moneda extranjera que son mantenidos por extranjeros por
razones especulativas.
12. En el mercado de divisas surgió la impresión de
que -según se dijo- la nueva devaluación ( entre 0,97 y 1,06 por
dólar) había sido muy flaca. ...Por medio de intervenciones
masivas, el Banco Central dio a conocer claramente que no iba a permitir que
el mercado le dictara el ritmo de la línea de ajustes cautelosos de los
tipos de cambio, que desde marzo de 1995 venía siguiendo. No
habrá -según se asegura- devaluaciones repentinas, y los
observadores internacionales tampoco esperan que las haya. Como las
intervenciones han tenido el efecto deseado, se cuenta con que la actual
relación se mantenga durante algunos meses.
(Börsen-
Zeitung, 9-2-96)
13. Severas medidas de ajuste en Brasil. Entre las medidas figuran:
el
despido inmediato die 55.000 empleados públicos de muchos años
de servicio; la eliminación paulatina de más de 100.000 puestos
de trabajo adicionales en la administración central por medio de
jubilaciones y de renuncias voluntarias, y la cancelación de 94.000
plazas que se hallan vacantes en este momento. Aparte de esto, quedarán
suprimidos los llamados premios por presencia, las retribuciones de horas
extraordinarias y otras prestaciones del patrono, ...ahorro total: 6.500
millones de dólares...
(Neue Zürcher Zeitung, 15-10-
96)
14. De este modo las bolsas brasileñas obtuvieron su segundo y más importante objeto de transacciones comerciales: las acciones de las grandes empresas brasileñas.
15. Se dice que, de los 250 bancos que hay en Brasil, alrededor de 150
tienen
considerables problemas de liquidez
.
16. Lo decisivo es que los Gobiernos regionales se han servido de
los
bancos estatales con el objetivo de financiar sus políticas
económicas; por ejemplo, para tomar préstamos en el extranjero a
favor de empresas estatales o para subvencionar el sector agrario.
(Handelsblatt, 26-3-96) El Gobierno del Estado federado de Sao Paulo
había suspendido los pagos de intereses y amortizaciones. Por esa
razón, Banespa, el banco central regional, no pudo colocar en el
mercado títulos de deuda del Estado federado por más de 5 mil
millones de dólares que le había comprado al Gobierno de Sao
Paulo, cayendo él mismo a dificultades de liquidez.
(Handelsblatt, 7/8-1-95)
17. De una parte, muchos bancos aún no se han acostumbrado a
realizar un negocio bancario normal sobre la base de tasas de inflación
bajas. En 1994, cuando todavía la tasa de inflación era
oficialmente del 1.000 por ciento, los bancos se ganaban su dinero sobre todo
gracias a las ganancias derivadas de la inflación: los bancos colocaban
a corto plazo fondos no invertidos (transferencias, cuentas corrientes, etc.),
obteniendo, en los períodos punta, intereses del 1,5 % al día.
...Además (!), la calidad de los créditos es baja. De acuerdo
con un estudio sobre los 56 bancos privados más grandes de Brasil, el
porcentaje de créditos de cobro dudoso en relación con el
capital propio ha aumentado en más del doble, elevándose del 8%
(1994) al 18% (1995).
(Handelsblatt, 26-3-96)
Los bancos utilizaron el boom coyuntural surgido tras la puesta en
vigor del Plano Real
(¡el cual tuvo lugar como consecuencia de la
expansión de dichos créditos! ) para ampliar sus flujos
crediticios hasta el límite máximo. El crecimiento ralentizado
desde principios del año 1995 y la política de intereses altos
del Gobierno, así como la tasa históricamente alta de
incumplimiento de pagos entre los brasileños, que ya están
acostumbrados a la inflación, han empeorado extraordinariamente las
clasificaciones crediticias del Banco Nacional y de los otros bancos.
(Handelsblatt, 21-11-95)
18. La confianza de los inversionistas se halla todavía
quebrantada.
No obstante, las empresas latinoamericanas han comenzado de nuevo a lanzar
intensivamente sus acciones en las bolsas norteamericanas en forma de ADR
(American Depositary Receipt: en la primera etapa, se trata de una mera
cotización oficial en bolsa; en una segunda etapa, del derecho a la
nueva emisión de acciones). Las razones para ello ... son
múltiples: así, por ejemplo, las bolsas de la región se
hallan todavía infracapitalizadas, a pesar de la estabilización
y de las privatizaciones que han tenido lugar. Incluso para empresas medianas
prósperas, existe poca liquidez en las bolsas de esas plazas.
(Handelsblatt, 14-8-96)
19. A este interés de sus capitalistas en aprovechar las posibilidades de comercialización y de producción que ofrece América Latina, las naciones que comandan esta riqueza que proyecta sus cálculos a nivel mundial reaccionan de manera positiva... y con insatisfacción. Celebran las inversiones directas de sus grandes y medianas empresas en Latinoamérica en tanto que constituyen la ampliación de un negocio que resulta beneficioso para la multiplicación del dólar, el marco alemán o el yen, e instan a sus activistas a aumentar sus esfuerzos, con cuya amplitud ellos no están satisfechos a causa de la competencia. Se comprometen, al más alto nivel, en pro de la lucha política por el aprovechamiento económico exclusivo de las ofertas de explotación provenientes de Sudamérica; remiten al volumen de intercambio comercial recíproco y de las inversiones de capital ya efectuadas con el fin de estimular a los Estados socios para que se interesen en hacer más concesiones; exigen la concertación de acuerdos sobre la protección de inversiones directas, acuerdos sobre la garantía de la libre transferencia de beneficios, la concesión de todo otro tipo de facilidades para la inversión que sirvan para ahorrar costes y la supresión de las barreras arancelarias y comerciales, y al exigir todo esto piensan al mismo tiempo en términos geopolíticos. Los japoneses tratan de enganchar a los Estados ribereños del Pacífico para que formen parte de una alianza económica junto con la APEC y con los países de la ASEAN; los europeos concluyen tratados de cooperación con los Estados de Mercosur, y al hacerlo lo interpretan al punto como un airoso ataque contra los mismos esfuerzos emprendidos por el TLC en este sentido.
20. Con un resultado total de 1.500 millones de dólares, los
beneficios de las 50 sociedades internacionales más importantes se
redujeron, en comparación con el ejercicio anterior, en un 60%. Las
razones de esto son diversas: los productos de importación que, gracias
a la fuerza del real, han estado entrando en el país, han contribuido a
aumentar adicionalmente la presión competitiva en Brasil, cuyo mercado
interno estuvo protegido durante decenios. [...] También la
política de tasas de interés elevadas les está dando
mucha guerra a los empresarios. [...] En gran parte, es la industria la que
lleva la carga de la politica de estabilización sostenida
monetariamente.
(Handelsblatt, 30-10-96)
21. Entretanto, se le permite a Brasil acudir por su propia cuenta a los
mercados
de capitales y contraer deudas en ellos; en moneda extranjera, naturalmente:
Brasil ha hecho su aparición esta semana en el mercado lanzando un
empréstito en marcos alemanes con un plazo de diez años, el cual
acusó un incremento de nada más que un 2,3% en
comparación con los empréstitos de la Federación.
(Neue Zürcher Zeitung, 10-2-97)
22. Las preocupaciones del capital financiero por la validez de sus propios
cálculos referentes a Brasil, seguro no quedan disipadas a
través de las nuevas dudas que se han levantado acerca de la unidad de
criterios de los garantes políticos. En los círculos
financieros internacionales
parece que existe un acuerdo respecto a que
las ayudas del FMI y de otros organismos internacionales no se han de otorgar
más de manera general y automática, sino tan sólo de
caso en caso
, es decir, que han de ser consideradas desde el punto de
vista de la competitividad. En lo relativo a esta cuestión, los
europeos ya han anunciado una vez -por precaución- que, de llegar a
ocurrir de nuevo un caso de insolvencia, ellos no volverán a dejarse
instrumentalizar para salvar los créditos contraídos en
dólares, como sucedió durante la crisis de México. Y,
visto en su conjunto, en las reuniones del Banco Mundial y en los grupos de
trabajo del G 7 impera el tenor de que el próximo caso de insolvencia
nacional -con el que todos cuentan- no deberá ser arreglado más
que por los mercados
: ya que los especuladores están
haciendo su agosto con estos emerging markets
, entonces que
respondan ellos mismos de los riesgos sin ayuda política. Que el
interés de ahorrarse créditos políticos a países
emergentes logre mantener la rídicula división que se ha
establecido entre la especulación y el correspondiente crédito
nacional, parece ser improbable. Que el balance se hará a nivel
nacional, está anunciado. Ello no hace de la actividad especulativa,
tampoco en el caso de Brasil, algo más firme.